DUEÑOS DE NUESTRO DESTINO
He tenido la oportunidad de escuchar una entrevista radiofónica hecha a uno de los representantes sindicales de la huelga de metros de Madrid. Tras haber visto en los informativos las airadas reacciones del resto de trabajadores que sufrían retrasos e incomodidades por su causa, no he podido evitar sentir una quiebra en mis emociones. Trabajadores que increpan a otros trabajadores por ejercer su derecho y además piden sanciones y represalias contra ellos. Contrasta con la meridiana lucidez con la que el huelguista exponía sus razones en la radio. La Comunidad de Madrid quiere vulnerar nuestro convenio colectivo. Nos ningunean. Nos tratan como a mindundis. Debemos demostrarles que no pueden hacer lo que quieran con nosotros. Somos dueños de nuestro destino. Esta huelga ha sido una decisión asamblearia. No ha sido orquestada por ningún sindicato en concreto. Han sido los trabajadores, los mismos que una y otra vez han denunciado irregularidades en el servicio, los que han decidido plantarse frente a la arbitrariedad de la Comunidad de Madrid y sus agresiones al convenio colectivo. Han reaccionado con dignidad. Algo de lo que actualmente, por una u otra causa, no andamos muy sobrados los asalariados. Es posible que la insolidaridad de algunos nazca del miedo. De la frustración de saber que, aunque están en el mismo barco, no van a tener el valor que demuestran los empleados del metro. En vez de dirigir su ira contra quien provoca esta situación, la Comunidad Madrileña, les resulta más fácil volcarla en quienes son víctimas de su política. Víctimas como ellos que, por intereses especulativos y una pésima gestión urbanística, han visto como sus puestos de trabajo cada vez estaban más alejados de sus viviendas convirtiendo los desplazamientos en una peripecia cotidiana. Me siento orgullosa de estos compañeros y les mando todo mi apoyo y mi cariño. Y a la vez solicito la solidaridad del resto de trabajadores del país con esta huelga que nos representa un poco a todos. Ellos se están enfrentando a su destino. Si no somos capaces de hacer los mismo cuando nos toque, sepamos al menos hacia donde debemos enfocar nuestra rabia o acabaremos siendo dueños de nuestro infortunio.
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