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AHORA RESULTA QUE SOY NORUEGA

AHORA RESULTA QUE SOY NORUEGA

¿Cuántos españoles superaríamos un examen de literatura, historia e incluso de gastronomía nacional? Cuestiones como citar a tres poetas de la posguerra o contestar a intrincadas preguntas sobre geografía para avalar nuestro grado de españolidad supondrían el descubrimiento de que la mayor parte de la población que ha nacido en Carpetovetonia no merecemos, al criterio del juez de Getafe, la nacionalidad que tan alegremente nos ha sido dada. Si atendemos a un principio básico de la justicia social, ¿no debería hacerse extensivo este "test de inteligencia" al resto de la ciudadanía nacional? Imagínense las consecuencias de interrogar sobre estos temas a políticos, banqueros, empresarios... siguiendo las pautas del juez Celemín. Si el suspenso sobre estas cuestiones derivara en la perdida de la nacionalidad nos enfrentaríamos a un éxodo masivo que dejaría el país con cuatro gatos, cultos eso sí. Pero dudo mucho que ellos solitos, únicamente a golpe de neuronas, pudieran tirar adelante con la gran empresa patria. La cultura es un bien deseable para todos, no solo para los inmigrantes. Sin embargo, cribar la sociedad en base a los conocimientos, no responde a ninguna norma institucional. Más bien a la excentricidad y presumible xenofobia de un juez que interpreta la ley a su libre albedrío. Se me ocurren unas cuantas preguntas que formularle a este adalid del españolismo. Por ejemplo: Dígame el nombre de los conquistadores que saquearon las riquezas de latinoamerica y diezmaron, a golpe de crucifijo, a sus pueblos primigenios. ¿Por qué esos episodios nacionales no se narran detalladamente en nuestros libros de historia? Acaso porque supondrían el reconocimiento de una deuda moral hacia los que ahora, con mayor o menor bagaje cultural, llaman a nuestra puerta pidiendo una oportunidad para sobrevivir. ¿No sería más coherente que, para ser juez, hubiera que satisfacer unas pruebas que avalaran su sentido de la equidad? A lo mejor, de esta forma, nos libraríamos de muchos magistrados cuyo sustrato franquista tiene que padecer una sociedad que aspira a ser democrática. Los mismos que, haciendo una interpretación libre de la historia, no rehabilitan a los represaliados de la dictadura y han condenado al ostracismo a Garzón por haber tenido la peregrina idea de abrir las fosas de la vergüenza. Mientras las cosas sigan como están me pido ser noruega o de Senegal. Como ignoro en gran medida su pasado no me incomodan tanto los cadáveres que puedan arrastrar.

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