¡A LA CALLE! QUE YA ES HORA
Pronto, muy pronto, probaremos el caldo en el que se ha cocido la nueva reforma laboral. Apenas se han filtrado los ingredientes de la pócima mariana. Pero los trabajadores ya nos hemos hecho al ánimo de que nos toca un amargo y largo trago. El propio Rajoy admite la enjundia de las medidas al vaticinar, entre visillos, una huelga general. El presidente, como servidora, debe ser un alunado visionario. Porque no escucho un enfurecido coro convocando a las movilizaciones como cabría esperar. La bicefalia sindical (que solo ha negociado sobre el tamaño de la guadaña reformista) ha perdido credibilidad entre los asalariados. Sabíamos que, más que una negociación, se trataba de una capitulación en la que exclusivamente se debatían las condiciones de nuestra entrega y posterior esclavitud. Pero hubiéramos agradecido un poco más de rasmia en la defensa de nuestra dignidad laboral. Total, tanto claudicar, para que el gobierno acabe poniéndose la reforma por montera y nos atice doble tazón de su receta. Aún así, desde la élite sindicalista, no se alza una voz agitando a montar las barricadas. Las reacciones no pasan de tímidos amagos que dan más pena que miedo.
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