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NI SANTOS NI INOCENTES

NI SANTOS NI INOCENTES

Todo se tambalea a nuestro alrededor. Los derechos civiles y laborales arden ante el entusiasmo de los secuaces del Nuevo Orden mundial. El golpe de estado global ha sido un éxito. Las masas obreras ya están cautivas en esa tupida red de mentiras y amenazas que teje el capitalismo para prolongar su destructiva agonía. Porque este sistema es un cadáver que sigue caminando. Un muerto insumiso que pretende enterrarnos a todos en la misma fosa.
 Con la reforma recién horneada, el mercado de esclavos está servido. Los empresarios no caben en sí de gozo. La precariedad y el terror laboral son un aliciente encantador para medrar en los negocios. Sin derechos, expuesto a la voluntad del amo para rebajar sueldos, despedir o modificar jornadas, el trabajador pierde su condición humana. Pasa a ser ese fetiche que ocasionaba sueños humedos a nuestra patronal y que ahora, los suyos, han hecho posible. Un peón desechable que se puede tratar con menos delicadeza que el mobiliario de oficina y arrojar al muladar del desempleo si no pasa por el aro.
 Nuestra sociedad está llegando a tal estado de pánico que esperan una resistencia mínima. Saben que la prioridad de la gente es sobrevivir y que para lograrlo tragaremos carros y carretas. Pero para engullir la reforma que el gobierno a pergeñado, hacen falta demasiadas tragaderas. Definitivamente, se les fue la mano. Tal y como yo lo veo, la nueva reforma laboral es un soberano guantazo en toda la jeta de nuestra dignidad de clase trabajadora. Un desafío ineludible del que dependen la paz y la justicia social. Al arrastrarnos a su podredumbre, al cosificarnos para su mayor lucro, nos están situando al límite. Quieren que seamos otra vez los santos inocentes que atiendan sumisos sus cortijos. Esparcen semillas de desesperación para mantenernos uncidos a su yugo. Lo que no calculan es que, de tanto sembrar desigualdades, les puede germinar una cosecha transgénica de rebeldía que se expanda como un reguero de pólvora. Porque para su desgracia, no todos los trabajadores somos ni tan santos ni tan inocentes. Algunos, hasta podemos pensar como los malos. Que se vayan enterando.

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