TEORÍAS KAFKIANAS SOBRE CAPULLOS Y PROLETARIOS APOLÍTICOS
Pues sí. Nuestra huelga, la de los trabajadores de las limpiezas sanitarias aragonesas, fue una huelga política. Igual que el recién resuelto conflicto de los jardineros zaragozanos. Otra huelga política. Es lo que nos pasa a la gente de los estratos más humildes cuando nos pisan el callo con premeditación y alevosía. Y lo de pisar el callo entiéndase como una metáfora de rebajar salarios a lo bestia, anularte los derechos laborales o ponerte de patitas en la calle sacándose algún ere de la manga. Es entonces cuando empieza la metamorfosis proletaria. Aunque el obrero desclasado pretendía vivir en un capullo ajeno a los vaivenes de las decisiones políticas, la realidad ha terminado eclosionando como una gigantesca cucaracha. Conozco a compañer@s, abuelit@s sexagenari@s como doña Espe, que antes de tener que pelear por sus puestos de trabajo eran incapaces de distinguir unas siglas políticas de otras. Incluso los hubo que votaron al Partido Popular, convencid@s quizás por esa soflama electoral en la que los populares se autoinvistieron como el partido valedor de los derechos de los trabajadores. El caso es que, tras probar el ricino administrado en forma de Reforma Laboral, hasta el obrero más tonto o despistado ha empezado a entender de qué va el rollo ese de la lucha de clases. Así pues, de capullos conformistas estamos pasando, a fuerza de palos, a sentirnos posesos por el espíritu de Rosario la dinamitera. Empezando a entender que la política influye directamente en nuestras apolíticas vidas transformándolas en apocalípticas. Asimilando que estamos solos frente a la manipulación de unos y de otros. Aprendiendo las reglas de su juego.
Los jardineros lucharon con todas las armas que contaban y han alcanzado un pacto digno. Si hubieran continuado en su capullo (es decir, sin tocar las narices a los señores políticos) les rompen la madre fijo. Hay quien les critica hoy por esto o por no haber conseguido alcanzar el 100% de sus reivindicaciones. Pero ellos se mantuvieron juntos y juntos, y asambleariamente, refrendaron este pacto que a mi entender es un triunfo. Como en el conflicto de las limpiadoras, a los jardineros se les ha mostrado como a vándalos insurrectos que usan la opinión pública para torcer voluntades políticas. Y para rematar la faena, algunos agoreros que militan en trincheras más recogiditas y seguras que las nuestras, han intentado transmitir un tufillo de derrota a lo que es claramente una victoria.
Yo no puedo mas que congratularme por l@s compañer@s y celebrar con ellos que estemos abandonando los capullos para manifestarnos como aguerridas mariposas. Esto es un punto y seguido. Aquí no se ha acabado nada. La lucha, nuestra lucha, siempre continúa. ¡Salud! Y feliz metamorfosis. Que ya viene siendo horica de dejar de ser capullos.
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