EL BOTÍN DEL HORROR
Las técnicas de depredación del ser humano superán las de cualquier otra alimaña conocida. Como elefante por cacharrería, nuestra prolífica especie devasta su propia casa. Esquilma los recursos naturales y esclaviza a sus congéneres con la sociópata naturalidad con la que se maneja el capitalismo salvaje que nos gobierna. Estamos en el vórtice de la crisis más desconcertante de nuestra historia. A pesar del empeño suicida por restaurar un sistema que se cimienta en la injusticia social y en arrasar la biodiversidad que nos sustenta, los indicadores demuestran que ya estamos llegando al punto de no retorno. La Naturaleza grita desesperada pero permanecemos sordos.
Como sordo, ciego y enajenado debe estar nuestro gobierno para dinamitar el sector de las energías renovables en este país. Para una cosa no vergonzosa en la que podemos presumir de liderazgo mundial y que da empleo a decenas de miles de personas, van los chicos de Rajoy y se la cargan. Tendremos que conformarnos con ser los más punteros en el desempleo. Porque eso sí, a producir parados como churros, no nos supera ni dios. Parece cosa de orates, a estas alturas del expolio de la Tierra, seguir apostando por los lobbies de la energía sucia. Las grandes compañías eléctricas han saqueado la Naturaleza a lo ancho y largo de la geografía mundial. De mano del neoliberalismo imperante, han creado sus particulares leyes de la selva para destruir y contaminar impunemente lo que es patrimonio de toda la humanidad. Por su parte, la energía nuclear sigue suponiendo un riesgo muy elevado con demasiados inconvenientes por resolver como la cuestión de los residuos. Solo tenemos que recordar Chernobil o la reciente catástrofe de Fukushima para cuestionar la tan cacareada seguridad de las centrales. Pero en contra de toda lógica y dictado del sentido común, nos desmarcamos de invertir en fuentes limpias y renovables que garanticen una mayor autonomía energética para favorecer a estas compañías y volvernos más dependientes todavía. No debería extrañar de un partido que cuenta entre sus mentores intelectuales a un gurú negacionista como don Jose Mari Aznar. El ex-presidente pagado por la poderosa liga del petroleo definió el ecologismo como el nuevo comunismo y negó reiteradamente el calentamiento global. Todo por la pasta. Hasta sumergir las manos en el botín sangriento que le ofrecen sus patrones.
No tengo muy claro si los ecologistas somos o no los nuevos comunistas como dice Jose Mari. De lo que no me cabe duda es que continuar apoyando estas políticas energéticas depredadoras contribuye a generar más pobreza entre la gente, agotar todas las reservas y destrozar nuestro habitat natural. Díganme ustedes si a todo esto no deberíamos llamarlo terrorismo. Terrorismo contra el género humano. A mí me lo parece.
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