ARRIBA Y ABAJO
Dependiendo del lugar que se ocupe en la pirámide social, el tan celebrado pacto social recién firmado, tiene unas connotaciones positivas o perversas. Por ejemplo: Para Nuestro Señor, don Emilio Botín, el acuerdo garantiza el estado de bienestar. Lo que no aclara el muy pillo es que, lo del bienestar, solo se lo asegura para él mismo y su banda de nigromantes financieros. Luego, con una cábala lingüistica indescifrable para los que pretendemos habitar en el sentido común, explica las bondades de las reformas del trabajo y las pensiones intentando disuadirnos de que ayudar a precarizar las condiciones laborales, abaratar los despidos y alargar la edad de jubilación son medidas en la dirección correcta para crear empleo. Obviamente, el señor Botín representa el pensamiento de los de más arriba. Pero luego estamos los de abajo. Esos sobre cuyas espaldas recaé todo el peso de las escaramuzas que se montan los del ático con vistas. Nuestra visión es un pelín más umbría. Ya empezamos a sentir la resaca de los pactos en nuestras carnestolendas. Regulaciones de plantillas, coacciones más o menos veladas para recortarse "voluntariamente" salarios y derechos, acoso laboral y otras fruslerías que, amén de no crear ni un solo empleo, están transformando el mundo laboral en un sistema inspirado en la camorra que excluye a quienes no se resignen a su filosofía esclavista. Así lo estamos sintiendo los de abajo y, cuanto más abajo, mayor es la presión que se debe soportar. Tengo una fantasía: Quizás podríamos, a la voz de una, soltar todos de vez esta pesada carga y echarnos para un lado. A ver qué pasa. A lo mejor comprobaríamos, como han hecho en Islandia, la fragilidad de estos elevados puestos piramidales cuando, los esclavos que aguantan su opulenta codicia, deciden marcharse de parranda.
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