ARSÉNICO POR COMPASIÓN
El vicepresidente de la patronal, Arturo Fernández, asegura que se acabó el café para todos. Que si queremos crear puestos de trabajo hemos de aceptar que no es suficiente con hacer reformitas en los derechos laborales. La remodelación debe ser brutal. Al próximo gobierno, brama chulesco el amiguete de Aguirre, no le debe temblar el pulso a la hora de acometer con una sierra mecánica la desmembración que reclama la CEOE. El cuñado de Díaz-Ferrán, malcarado y con expresión desafiante, responsabiliza a los excesivos privilegios de la clase obrera de la deriva empresarial en la que se mueve este país. Demasiado café para la chusma. Supongo que esta magistral solución se le ha ocurrido mientras saborea algún champán francés con sus representados de la banca. No hay que olvidar que la CEOE es una de las pocas organizaciones patronales del mundo que los incluye entre su socios. A lo mejor, el origen de sus conclusiones es libar demasiado del dorado líquido hasta el punto de olvidar que el mayor escollo para reactivar la contratación es la falta de crédito para las empresas. Pero de restaurar el grifo cerrado de los bancos no dice una palabra. Lo que de verdad preocupa a don Arturo, aparte de cuál de sus cien coches de lujo escoge cada día para sus andanzas, es que no nos suba la tensión a los curritos. No quiere que mientras se nos administra el despido gratuito, las condiciones esclavistas y los salarios de hambre, la cafeína altere nuestros nervios y nos pongamos respondones. Hay que sustituir el café por achicoria para el pueblo. Acabar con el proletario carajllo que es un evidente gérmen revolucionario. A partir de ahora, si queremos añadir algo al brebaje que nos corresponde, sugiero unas gotitas de arsénico. Por compasión. Eutanasia obrera para evitar la agonía a la que se nos condena. Pero también por rebeldía. Porque es más digno un suicidio colectivo que claudicar mansamente a los designios del señor Fernández y su cuchipandi.
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