DIOSES POR EL TERROR
Imaginen un tierno e indefenso bebé. Si tuvieran el temor de que, al crecer, esta criatura supondría un potencial peligro para ustedes, ¿justificaría esto su asesinato?. !vaya locura!, pensarán. Sin embargo, este es el retorcido agumento que algunos rabinos de Israel emplean para autorizar moralmente los crímenes de los niños palestinos. La mera sospecha de que, de adultos. lleguen a ser malvados. El miedo es un elemento poderoso. Las religiones, todas sin excepción, lo han utilizado siempre para doblegar y someter voluntades. Este caso, terrible porque abre la veda del infanticidio, no se diferencia demasiado de otros signos que están apareciendo en territorio europeo. El asunto de los minaretes en Suiza o la cruz cristiana de Berlusconi forman parte de esa estrategia de fomentar el miedo, aunque sea a fuerza de volver a levantar los medievales pendones para combatir al infiel. Musulmanes, judíos y cristianos, perdidos en un infernal bucle del tiempo, vuelven a alimentar el odio entre las culturas escudándose en sus respectivas creencias. La fé, como antaño, se posiciona al lado del poder. Le proporciona cobertura moral para cometer cuantas tropelías sean necesarias. Estos dioses coléricos, que a menudo nos han sumergido en una orgía de sangre a lo largo de la historia, siguen vigentes hoy en día. Sus fieles ponen bombas, dictan leyes xenófobas o animan a matar niños en su nombre. Otrora alentaron a las Cruzadas, quemaron herejes y provocaron éxodos. Pero la realidad es que trabajan para otros intereses mucho más prosaicos y mundanos. Si pudiéramos sobreponernos a nuestros temores, veríamos los hilos que manejan estos mundos mágicos. Como en los tiempos de los Reyes Católicos, las intrigas religiosas se siguen usando para fines políticos o económicos. Y nosotros, continuamos bailando la música que toca el pánico y enredándonos en sus historias de moros y cristianos. ¿Es que no aprendemos nada?
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