PRINCESA
Las mujeres mueren a manos de quién un día dijo amarlas. Algo está muy enfermo en el origen mismo de las relaciones entre los géneros. Un virus que infecta todas las culturas, todas las nacionalidades sin excepción. La violencia ejercida por el macho es proporcionalmente mayor cuanto más ve peligrar su supremacía sobre el otro sexo. La mujer, entendida como un complemento a servicio del hombre, está sacando los pies del hogareño tiesto donde permanecía plantada y explorando nuevas libertades y derechos. Ha renunciado a ser únicamente la "princesa" de su casa para abrirse paso a codazos en un mundo hecho por y a medida del hombre. Ya no quiere soportar lo que soportaron sus madres y desoyen esa otra forma de machismo femenino que les aconseja aquello de "Hay que aguantar". No, ellas están cansadas de aguantar y el precio que pagan por reivindicarse como seres humanos y no "aguantar" el maltrato de sus compañeros es, demasiadas veces, el de la propia vida. Debemos autoanalizarnos para acabar con esto. Hombres y mujeres, porque esta pandemia es sustentada por todo el entramado social. La educación que muchas madres han transmitido a sus hijos e hijas está corrompida de este mal. Tenemos que aprender a vernos como iguales y para eso hay que dejar de fabricar "princesas" y "machitos". Dejar de reproducir los mismos roles que tan mal resultado nos han dado hasta ahora. Formar a las niñas y niños en el respeto mutuo para convertirlos en individuos sanos que aprendan a relacionarse como iguales. Ninguna ley puede hacer eso por nosotros.
Publicado en el Periódico de Aragón el 4 de diciembre del 2009
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