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!Que se mueran los feos!

!Que se mueran los feos!

El periódico El Mundo publicaba un desconcertante titular hace unos días: Una ministra fea. Así encabezaba un artículo digno de una clase de ética periodística de esas que impartía magistralmente el entrañable Juanjo de la Iglesia. El contenido hacía referencia al nombramiento de la ministra de la UE que sustituirá a Solana en la cartera de exteriores y el mayor handicap que se atribuía a la elegida ministra era su falta de belleza física. La cara de Europa no podía estar representada por una mujer malcarada y carente de atractivo. Si fuera un hombre habría más manga ancha, pero aún así, el círculo estético se estrecha sobre todos cada día más. Vivimos en una sociedad plástica donde, lo que la genética nos niega, nos lo proporciona la cirugía. Berlusconi, Merkel o Sarkozy participan de la misma religión del bisturí  para adaptar su apariencia a una imagen pública políticamente correcta. El envoltorio prima sobre el contenido. Si eres mujer y fea, tu exterior te define peyorativamente en cualquier aspecto de la vida cotidiana pero, en política, se convierte en una rémora añadida. Si no que se lo pregunten a la vicepresidenta que a menudo es objeto de dardos sarcásticos sobre su físico. Nuestra estulticia ha llegado a tal extremo que preferimos un escaparate político cosmético y de buen ver a unos agentes sociales que, aunque feos a rabiar, sepan lo que se llevan entre manos. Esta cruzada contra la fealdad en nuestro mundo actual se queda en la superficie. No tiene arrestos para profundizar en el antiestético interior de muchas sonrisas perfectas. Que se mueran los feos, sí.  Pero esos que por dentro esconden su cara más pavorosa, deforme e inmoral por mucho que se la maquillen o la cubran de botox.

Publicada en el Periódico de Aragón el 8 de diciembre del 2009

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