DESALMADOS
Francisco y Josefina son una pareja de octogenarios con dos hijos discapacitados a su cuidado. Hasta ayer residían en una casa del zaragozano pueblo de Alagón que habían construido en un solar que compraron en 1960 a la gente para la que trabajaban. Lo cierto es que el contrato de compra- venta se firmó con la usufructuaria, a la que creían dueña de los terrenos, y no con los legítimos herederos que aparecieron hace once años reclamando la propiedad. Tras una década de litigios, la justicia autorizó el desalojo de los ancianos y sus dos hijos, uno de ellos esquizofrénico. La vivienda fue demolida ante sus propios ojos. Una fotografía familiar permaneció colgando de una pared en ruinas. La mayoría de sus recuerdos quedaron sepultados bajo un montón de escombros. Toda una vida. Esta vez no han sido los bancos los artífices del drama. El desahucio no es el resultado de ningún impago. Cuando los Valdés compraron el terreno se guiaron por la confianza en sus patrones. Se fiaron de ellos y no vieron la necesidad de formalizar las escrituras. Todo fue bien hasta que los herederos, unos abogados catalanes, cayeron en la cuenta de que podían sacar tajada del asunto. Al parecer, no son menesterosos sino personas bien posicionadas que reclaman lo que consideran "suyo" sin entrar en más disquisiciones éticas. Puede que la ley, en su ceguera crónica, les haya dado la razón. Pero esa herencia está contaminada. Es un legado sucio que moralmente no les pertenece. La candidez de Francisco y Josefina, gente sencilla que creía en la palabra, ha servido para engordar su patrimonio. Una historia que parece sacada de los Santos Inocentes. Y es que entonces, como ahora, los desalmados se aprovechan de los débiles. Hay desalmados particulares. Villanos de medio pelo, como los que han puesto en la calle a la familia Valdés, que actúan dando rienda suelta a los codiciosos dictados de su neocórtex reptiliano. Y desalmados De Luxe que se mueven como peces en el agua en las instituciones o en las juntas directivas de los bancos o las multinacionales. Tiburones todos que se nutren de la jugosa carne de los inocentes.
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