¿HIERRO O LÁTIGO?
No hay nada como el humor para desmontar mentiras totalitarias y mostrar a los líderes mundiales como lo que son, monos parlantes que se han venido arriba por un exceso de poder. Bajarles los pantalones, literal o irónicamente hablando, les hace volver a recuperar la humanidad que rehuyen en sus actos cotidianos. La burla ayuda a desvelar la verdad que esconden tras sus circunspectas caras y engoladas palabras. Aporta una mirada crítica y relajada de los hechos que molesta soberanamente a los defensores de los dogmas. Nos sitúa en una posición de superioridad intelectual para poder juzgar los acontecimientos. Eso es exactamente lo que les pone cardiacos. Cuando la fuerza quiere imponerse sobre la razón, lo primero que se censura es el sentido del humor. Como la portada del jueves que ya se público en noviembre del año pasado sin pena ni gloria y que ha sido censurada ahora en Facebook. En ella aparecen Angela Merkel y Mariano Rajoy entregados a jueguecitos sadomasoquistas. ¿Adivinan quién es la Ama y quién el esclavo? Angie, con sus nada turgentes chichas embutidas en unas bragas de látex, clava un fino tacón sobre el mofletudo culo de un Rajoy que espera su castigo a cuatro patas y mirando para Cuenca. ¿Hierro o látigo?, pregunta la teutona blandiendo un hierro rusiente con la forma del euro en una mano y las disciplinas en la otra. Depende, contesta Marianico el complaciente.
Para la gente de orden y regia moral esta caricatura debe arder en el fuego de los infiernos con el resto de clowns y payasos que invitan a cuestionar el fascismo ideológico que vuelve a estar de moda. Aunque desgraciadamente para ellos, reprimir el sarcasmo es una misión complicada en esta aldea global. A veces lo que se quiere esconder se multiplica. Es normal que les ofenda la retranca que los expone al desnudo frente al respetable. No están preparados para someterse al tamiz que emplean los bufones. Saben más de infringir dolor y sufrimiento que de risas. Su mundo es un embrollo surrealista de normas y preceptos que no pude permitir que el chispazo de una carcajada active el mecanismo de ponerse a pensar entre la plebe. Nos prefieren irreflexivos, asustados y muy, muy aburridos.
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