NI UN EURO PARA DÍAZ-FERRÁN
El abogado de Díaz-Ferrán solicita al juez que se le asigne al reo una cantidad de dinero mensual para comida y útiles de aseo. ¡No somos nada! Al parecer el ex-presidente de la patronal pasa hambre y no tiene ni un tubo de dentífrico que echarse a los dientes. ¿Qué pasó con los 88 millones de euros en los que se valoraba su patrimonio? Más de veinte propiedades que incluían fincas, pisos, gasolineras, locales comerciales, garajes y hasta un par de apartamentos en Nueva York. ¿Se volatizaron? Igual sucedió lo mismo que con los sueldos que dejó de pagar a sus trabajadores: ¡Zas! Desaparecieron como en un mal truco de magia. Pero las cosas no desaparecen por sí solas, normalmente, alguien las oculta o cambia la titularidad para esconderlas. El caso es que el pobre hombre no tiene ni para una lata de atún en el economato de la cárcel. Sin embargo, y a riesgo de que me llamen desalmada, no pienso colaborar en ninguna colecta para alimentar o asear a don Gerardo. Será que todavía atrona en mis oídos la cantinela que dedicaba a la clase trabajadora cuando aún era el mandamás de la CEOE: Hay que trabajar más y cobrar menos. En el caso de sus empleados, incluso no cobrar nada de nada. Desde su atalaya, creyéndose a salvo de las miserias que recetaba al proletariado, la palabra compasión no existía en su vocabulario. Pero ahora, tras las rejas, intenta conmover nuestros corazoncitos con su presunta precariedad carcelaria. Sí, la cárcel no se parece nada a la estensa hacienda El Alamín donde reposaba de su truculenta vida como empresario y cabeza visible de la CEOE. Es mucho más recogidita y más austera. Aunque no tan austera como resulta la vida de muchos españoles acorralados por el paro y la precariedad laboral. Al menos allí, en la cárcel, se puede comer todos los días. Y por lo de lavarse, ¡bah!, a estas alturas, la costra de porquería que recubre su conciencia no se quita ni siquiera con trilita. Por mi parte, ni un euro para Díaz-Ferrán. Que haga la dieta penitenciaria de la alcachofa y ya verá que buen tipín se le queda. Sin rencores ¿eh?
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