RAZA
España, además de no ser país para viejos, ni jóvenes, ni enfermos, ni dependientes, ni parados, ni trabajadores ni inmigrantes...Tampoco es país para investigadores que pretenden meter la nariz en nuestra rancia historia. El estado español no consiente que ningún cotilla escarbe en los archivos franquistas o en los entresijos de un régimen que algunos recuerdan como "autoritario" y no "totalitario" a pesar de haberse cimentado sobre los cadáveres de millares de represaliados. Y es que hay que reconocer que nada te da más autoridad que poder mandar a criar malvas a una cuneta a cualquiera que se te antoje o te toque las pelotas. Una autoridad que prevalece en el tiempo, hasta nuestros días, para impedir que los fusilados huesos puedan abandonar la fosa donde fueron arrojados por sus asesinos. La dictadura no existió jamás. Es un invento de los resentidos rojos. En su versión oficial fue un periodo apacible acaudillado por un líder cristiano y compasivo que ayudó a forjar la raza de las futuras generaciones de españoles. Ni la transición ni cuarenta años de "libertades democráticas" han enmendado la plana a sus acólitos. Y si un juez impertinente se empecina en investigar los crímenes del franquismo, ya sabemos lo que pasa. El cazador acaba siendo presa y su togada cabeza adornará el salón de algún demócrata-fascioso. ¿Qué esperaban los historiadores? España ha cambiado de apariencia pero los que mantienen el poder son dignos ejemplares de esa maldita raza. ¿Qué alguien escribe que falange cuenta entre su negro currículo con un reguero de cadáveres? Indemnización al canto para los chicos de los yugos y las flechas. No importa que esos asesinatos fueran ciertos y estén documentados. Decir la verdad sobre estas cosas, en España, es un delito. Sobre todo si se cuestiona el "honor" de estos canallas de raza o se intenta bucear en los aciagos episodios de la dictadura. Los descendientes ideológicos de la raza franquista están entre nosotros, tan tranquilos. Rechazan la memoria histórica porque dicen que no es bueno ahondar en las miserias. ¿Para quién? Acaso para los miserables que niegan el pasado con la misma desfachatez que niegan la mayor en el presente. Ahí están Mariano Rajoy, Cospedal y compañía. Profesionales en no ahondar en las miserias, sobre todo si son propias. Lo llevan en la raza.
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