LA GRAN (R-D)EPRESIÓN
A la par que la sociedad sale de la catatonia y se manifiesta en forma de mareas multicolores y protestas de toda índole, la maquinaria represora del estado se engrasa para machacar a los rebeldes. Un representante del SUP (sindicato policial) advierte que se está entrenando con tanta agresividad a los policías que muchos acaban heridos por la violencia empleada entre ellos mismos. Y por si quedarnos tuertos o que nos rompan la crisma no fueran argumentos suficientemente disuasorios, los alborotadores se tendrán que enfrentar a multas o detenciones por graves delitos como difundir una convocatoria por Facebook o interponer su cuerpo entre la gente y sus desahuciadores.
La gran depresión que se cocina tiene que servirse acompañada de una generosa guarnición de hostias. ¿A ver quién si no se traga esta bazofia? La depresión económica está evolucionando hacia la Gran Represión. Nuestro país, hacia un enorme frenopático donde los piscópatas deciden el destino de las personas haciendo alarde de su patológica insensibilidad. Este gobierno ya se ha ganado un capítulo de honor en la historia negra carpetovetónica.
Es más, algunos de sus mentores ideológicos como el ex-presidente Aznar, merecen por sí mismos varios tomos. Si preocupante es la situación que atravesamos, ésta se agrava más al constatar la degradación ética y el esperpento cognitivo que habita en el cerebro de nuestros dirigentes. Como ejemplo: el libro autobiográfico del gurú de los neocones patrioteros, don José María "Ansar". En unos párrafos que harían feliz a cualquier psicoanalista, Aznar nos narra la experiencia sobrenatural que tuvo cuando ETA intentó volar su coche. Asegura que sobrevivir al atentado le confirmó que no era un ser humano normal (bastaba con que me lo hubiera preguntado a mí). Y luego relata una conversación nocturna con el Creador en la que, el mismos dios, revela que le ha salvado porque espera que lidere la humanidad. De ser verdad, ésto me confirma en mi ateísmo.
Lo que también confirma es la megalomanía autista que prolifera en las élites del poder. Una corriente de prepotencia despectiva que les bulle por las venas. Un sedimento residual del franquismo que no pudieron eliminar bien por la orina. Para imponer el nuevo régimen se reflejan en sus antepasados. Piensan usar las mismas estrategias represivas que fueron tan útiles durante los cuarenta años de su añorada dictadura. Saben muy bien que la injusticia, a fuerza de sangre y cárcel, entra mejor en nuestros duras cabezotas.
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