ESPIONAJE PLANETARIO
La novela de George Orwell, 1984, ya vaticinaba un mundo donde las personas eran vigiladas por unos ojos acechantes en su casa, en el trabajo, en el autobús...Un mundo donde la privacidad y la intimidad eran violentadas en el nombre de una sociedad mejor y más segura. Esa sociedad de espías y espiados ha rebasado la ciencia ficción para convertirse en la cotidianidad de un presente real en el que, absolutamente todos, somos observados en la calle, en los comercios, en los medios de transporte. Los elementos que utilizamos diariamente: móviles, ordenadores o tarjetas de crédito, dejan un rastro que delatan nuestra personalidad, nuestros gustos o inclinaciones o nuestro perfil como consumidores. La coartada del miedo ha servido de justificación para desequilibrar la balanza entre la libertad y la seguridad de los individuos. Cualquiera de nosotros pasa por ser un delincuente potencial y, simultáneamente, un delator de sus semejantes. Los satélites han contribuido a este objetivo. Las cámaras Gigapan, dotadas de ultravisión, permiten gracias a su efecto de zoom fichar con una sola foto el rostro de cada uno de los miles de asistentes a cualquier acto público. En la frontera de México se han colocado 15 cámaras conectadas a internet y cualquier ciudadano del planeta, a través de un e-mail, puede espiar el paso de los emigrantes ilegales y denunciarlos a las autoridades. Piensen un poco en las consecuencias que este sistema, en medio de una crisis económica y con el auge de la xenofobia, puede acarrear si se extiende por Europa. La aldea global se ha convertido en una celda global donde todo vale para obtener el control sobre la población. A lo mejor a ustedes les parecerá un delirio paranoico pero yo tengo la sensación de que estos métodos son propios de los sistemas más totalitarios. Eso sí, con la sofisticación y la distancia que nos proporcionan las nuevas tenologías.
Publicado en diario Público el 1 de junio del 2009
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