EL OPUS Y EL PODER
No parece coherente que un estado aconfesional cuente entre sus ministros con tan nutrido grupo de simpatizantes de una secta integrista como el Opus Dei. Pero España, una vez más, es diferente ( sobre todo en lo relativo a la interpretación esperpéntica que le damos a las cosas).
Por eso no es extraño que el ministro de Interior, Fernández Díaz, declare cariacontecido que acatará el fallo del TC respecto al matrimonio homosexual. ¡Qué remedio hermano! Pese a que la sentencia ataca sus principios fundamentalistas, el ministro se sacrifica, no dimite y asume el cilicio de verse obligado a respetarla.
Se traga el sapo por un objetivo superior: continuar en el poder. Conseguir el poder político y económico es la base motriz del Opus Dei. Las residencias, colegios, universidades o editoriales de La Obra son sus medios de captación de almas. Proselitismo para reforzar la organización y lograr el control de todas las estructuras sociales. Éste es su auténtico fin. Y también la causa de que resulte tan atractiva para la mentalidades fascistas.
El Opus, por definición, se declara anti-comunista, posee una visión fanática de lo religioso y una entrañable y larga filiación con las altas esferas empresariales y militares del país. Vamos, con la extrema derecha. Sus tentáculos han llegado a ocupar altos cargos del gobierno. Fernández-Díaz es uno de ellos. Pedro Morenés, Cristobal Montoro, García Garmallo, Ana Mato, Ana Pastor o Fátima Báñez son algunos otros de los ministros afines a la doctrina de Balaguer. ¡Estamos plagaditos! Componen los cuadros de mando de nuestro estado ¿aconfesional?. Si además tenemos en cuenta que el Opus es abiertamente partidario de un Nuevo Orden Mundial gobernado por sus teorías ultrareligiosas y fascistas, ¿qué podemos esperar de Báñez o Fernández-Díaz?
Son meros peones, anácronicos y absurdos, pero muy útiles a sus planes. Supernumerarios obedientes. Solícitos para favorecer a las élites del poder. Un peligro letal para todos los demás. Una plaga institucional a erradicar.
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