INFECCIONES OPORTUNISTAS
Cuando uno está malito sus defensas bajan y un abanico de virus y bacterias acechan al doliente enfermo esperando su oportunidad. En política ocurre igual. Lo estamos viviendo en estos precisos instantes. Con una democracia devaluada, una sociedad convulsa por la injusticia y unos políticos con menos credibilidad que el sombrero loco, los focos de infección empiezan a proliferar. La degradación de nuestra política es percibida por una ciudadanía que reniega de ella, que quiere explorar otras alternativas. Eso en principio no es malo. El problema aparece cuando esas nuevas iniciativas intentan inflamarnos las meninges para aprovecharse de nuestra enajenación transitoria y sacar tajada. Son los Salvapatrias de toda la vida. Canallas engominados que esgrimen una retórica estudiadamente populista con torticeros propósitos. Pongamos a Mario Conde.
Un ejemplar destacado de la cepa de esta plaga. El ex-banquero (ex-convicto por meter mano en caja ajena) viene al rescate de la pobre gente que está siendo víctima de la estafa de la banca. ¡Regio! El flamante líder del nuevo partido Sociedad Civil y Democracia nunca devolvió un céntimo de lo afanado. Pero eso no ha sido óbice ni cortapisa para presentarse ante el pueblo como el abanderado de la regeneración nacional. Y lo peor del asunto, seguro que cuenta con un nutrido grupo de acólitos y seguidores. No podemos olvidar que vivimos en España, tierras ubérrimamente proclives al surrealismo autodestructivo. Recuerden que Ruiz Mateos consiguió dos escaños al Parlamento Europeo. Por aquí somos así. Nos rebelamos doblando la apuesta. España es el caldo idóneo para que fantoches, ladrones y esperpentos varios hagan su agosto. ¿Cuánto falta todavía, ¡cuánto tenemos que sufrir!, hasta que decidamos probar con la penicilina?
0 comentarios