JUGAR EN OTRA LIGA
He de admitir que no me gusta el fútbol. Esa debe ser la causa de que mi cabecita, lejos de regocijarse con las futuribles victorias de La Roja, esté rumiando otros asuntos que no proporcionan tanta gloria a nuestra patria. Por ejemplo, ese sentido del humor vergonzosamente caústico del que hacen gala la cuadrilla de frikis que gobierna. El presidente Rajoy asoma el hocico bajo la mesa de la cocina (solo después de que Guindos haya agotado todos los sinónimos de rescate que encontró en la Wikipedia) para explicarnos que la intervención es una buena noticia. Me trae a la memoria una polichinela bufa que trata de engañar al respetable intentando esconder una estaca que le asoma tras la espalda. "Lo he pedido yo", argumenta ufano Marianico, como si fuera un regalo de los dioses europeos y no el resultado de una quiebra del sistema que genera tanta desconfianza que impide que nadie nos preste dinero por los cauces habituales. Pero claro, cuando la mentira se convierte en una constante patológica entre los jefazos, es fácil perder la perspectiva del ridículo. Supongo que añorarán esos oscuros tiempos de la dictadura en los que oficializar una mentira no costaba nada porque España permanecía cerrada a cal y canto de las insidiosas informaciones que publicaba la prensa internacional. Esos días en los que escuchar Radio Pirenaica era un delito de sedición que podía pagarse con la cárcel. Pero aunque el ambiente huela a naftalina y los fantasmas del pasado parecen haberse levantado de sus tumbas, la ciudadanía todavía tiene actualmente acceso a los medios extranjeros. Basta con echar una ojeada a The Wall Street Journal, The Washington Post o el Frankfurter Allgemeine, entre otros, para comprobar como se nos descojonan sobre la boutade de definir el rescate como un préstamo en condiciones más que favorables. Alemania atribuye al gobierno conservador un exceso de orgullo que no le permite llamar a las cosas por su nombre, mientras Obama nos suelta un contundente tirón de orejas para reubicarnos dentro del lado realista del espejo. A pesar de ésto el Gobierno popular prefiere seguir dentro retozando entre sombrereros locos, reinas sin corazones y apresuradas liebres de discursos surrealistas. Todos sabemos que al final, esta ayuda financiera la acaberamos pagando los mindundis habituales. El mayor indicio nos lo dicta el sentido común y la letra pequeña que aparece al pie de las condiciones de un préstamo que no tiene nada de altruista. Pero también esa tendencia compulsiva a soltar trola tras trola que, casi de inmediato, se desenmascaran por la burda desfachatez con la que gestionan sus embustes. Pagaremos de nuevo alimentando la usura de los bancos con la educación, la sanidad, las pensiones y cuanto sea menester, digan lo que digan. La inmensa mayoría lo sabemos.
Pero aunque Rajoy alcance el éxtasis mariano con cada gol de nuestra selección, los hay que somos forofos de otra Roja que también juega la Eurocopa en un escenario mucho más mundano. Y en éste nos están metiendo tal paliza que ni la Virgen del Rocío nos puede librar de caer en la línea de descenso. Es lo que tiene seleccionar un equipo de jugadores marrulleros y diestros en chutar paparruchas contra la propia portería.
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