LA LIBERTAD DE LAS HIENAS
Tengo amigos que han decidido borrar el canal Interconomía de sus receptores. Es una medida cauta para evitar trastornos gastrointestinales y preservar la estabilidad mental en las almas sensibles y civilizadas. Nada que objetar desde el punto de vista de la profiláxis. Sin embargo, quienes optamos por visitarla esporádicamente por alguna perversión hipotalámica, podemos comprobar como funciona el aparato propagandístico ultramontano. Calumnia y difama, que algo queda. Esa es su máxima.
Algunos de los tertulianos que frecuentan programas como el "Gato al agua" o "Dando caña" son profesionales en parir infamias que reparten como cápsulas de odio entre sus espectadores. A pesar de que el liston está muy alto, cada día logran superar su propio record de desvergüenza y se explayan con diatribas que entran de plano en el territorio de lo punible. Ellos lo llaman libertad de expresión. Algo sarcástico viniendo de una peña que denosta casi todas las libertades democráticas. Y con total libertad se expresaba el presunto periodista Roman Cedoya en el programa "Dando Caña" cuando calificó a los que apoyan a Garzón y defienden la Memoria Histórica, como golpistas que atentan contra la Justicia. Por si no era suficiente con llamarles fascistas, terroristas, totalitaristas y todos los "istas" despectivos que nacían de sus agónicas neuronas, Cendoya quiso rematar la matanza con una boutade tan descomunal que no dejara duda sobre su liderazgo entre el coro de hienas. ¡Átense los machos!:
Les hizo favores como perseguir a Pinochet- argumenta el elemento refiriéndose a Garzón- y ahora le dejarían violar mujeres, ser pederasta o atracar bancos. La basura del señor Cedoya se comenta por sí misma. Pero lo más lamentable no es la cruel fiereza con la que este tipo insulta a quienes solo reclaman justicia para los represaliados y para el juez que cometió la imprudencia de atender las reclamaciones de sus familias. Ni tampoco que la caverna mediática en la que trabaja se haya especializado en invertir la carga de la prueba para criminalizar la
memoria de las víctimas y subir a los altares a sus asesinos. Lo peor es que puedan escupir todo este veneno sin que ninguna mano, más o menos limpia, les señale acusadora.
Lo pero es que es Garzón (y no son ellos) quien está sentado en el banquillo.
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