UN DAÑO EMERGENTE
No creo que sea necesario decir que las bombas de racimo son una cosa muy fea que hace estallar en pedazos a la gente. Un arma letal que los españoles hemos estado produciendo hasta el 2009 para vender a países como Libia, Afganistan o Líbano. Puesto que los fabricantes de armamento se enriquecen con la muerte y el sufrimiento de miles de personas, no sería descabellado calificar este sangriento negocio como un daño emergente contra el género humano. Por eso en la Convención de Dublín del 2.008, 111 países (entre ellos España), se comprometieron a erradicar su empleo, desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento y conservación.
Y hete aquí la paradoja: Resulta que Instalaza, la empresa zaragozana que fabricaba las bombas, denunció al Estado porque consideraron que su decisión les había causado un daño emergente y un lucro cesante. ¡Normal! No poder continuar lucrándose del comercio de la muerte les produjo un daño crematístico emergente. ¡Pobrecicos!
Pero en esta historia de racimos hay un clavel reventón que ahora es nada menos que Ministro de Defensa. Se trata de Pedro Morenés que, en aquella época, ostentaba el inquietante cargo de consejero de la fábrica de bombas. Después de bucear en su extenso y omitido currículo de asesorías, presidencias y consejerías múltiples del mundillo armamentístico, a una le entra vértigo. Es como si nombraran ministro de sanidad a un asesino en serie. ¿He dicho asesino en serie? La Industria de las armas ha sesgado, y continúa haciéndolo, la vida de millones de niños, mujeres y hombres. Crímenes seriales perpetrados por respetables hombres de negocios. ¿Encuentran sensato encargarle el Ministerio de Defensa a una de las manos que mecen estos business.?, ¿no les chirría siquiera un poquito?
Y aunque no es el único ministerio del nuevo gobierno que nos deja ojipláticos por el emergente daño que supura de su nombramiento, el de Morenés, parece tener más peligro que un racimo de bombas. O al menos, a mí me lo parece.
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