LOS SASTRES DE LA JUSTICIA
Al señor Camps le gustan las buenas telas y los cortes elegantes. Por eso nunca nos enontraremos en el mercadillo donde yo me compro la ropa. Tampoco coincidiremos nunca en la calidad de los trajes que la Justicia de este país confecciona a medida para el presidente valenciano. Las leyes, para los ciudadanos de a pié, son implacables. En España, en contra de la opinión generalizada, las cárceles están llenas de gente que han cometido delitos menores. Los sastrecillos judiciales han diseñado un modelo cutre y enconsertado que colocan indiscriminadamente a pobres y marginales. Mientras el PP celebra su "victoria" judicial en el caso Camps, doña Esperanza Aguirre arremete contra la defensa legal gratuita y amaga con privatizar el turno de oficio en su Comunidad. De esta forma, La Justicia se colocaría definitivamente al lado del poderoso y del adinerado convirtiéndose en un elemento represivo contra el pueblo llano. Así, quienes cometen delitos propios de los cargos que representan como el cohecho o la prevaricación, contarán con tupidos velos que cubran sus correrías de la opinión del populacho y todo, gracias a los prodigiosos telares jurídicos donde se urden los hilos de la desigualdad y la injusticia. La Edad Media y su sociedad estratificada, asoma la patita en la España del siglo XXI. Para los humildes no habrá paños calientes que tapen sus vergüenzas. Acaso, unos harapientos sacos de rafia para poder agarrarlos bien con los grilletes o la pelota picada. ¿Pero quë nos habíamos pensado? ¿En serio nos creíamos aquello de que todos somos iguales ante la ley? Por si acaso el TSJCV ha venido a aclarárnoslo regalándole a Camps una inocencia que viene vestida de seda salvaje y natural. Tan salvaje como me parece a mí esta "presunta" inocencia. Tan natural como la constatación, una vez más, de que aún existen clases a la hora de administrar justicia.
Publicado en el diario Público el 6 de agosto del 2009
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