LOS IRREDUCTIBLES MAÑOS
En la capital aragonesa comenzaron las fiestas. Contra viento, el cierzo local que nos arranca los malos pensamientos para deshacerse de ellos en remolinos indomables. Y contra la negra marea que tizna de incertidumbre un presente amargo y un futuro que se perfila amenazante.
Ha sido un periodista, Plácido Díez, quien ha leido este año el pregón que inaugura las celebraciones. Díez ha hablado del carácter de un pueblo forjado por el abrazo del desierto. De una tierra seca surcada por la ribera del río Ebro. Agua de vida que corre por nuestras arterias y, cuya defensa, aglutina las voluntades de todos los aragoneses. También ha nombrado a los ausentes. Esos cuya existencia ha sido imprescindible y que la muerte ha decidido arrebatarnos. Hijos célebres de esta tierra como Jose Antonio Labordeta o Félix Romeo cuya pérdida solo podemos superar por el testimonio valiente y alegre de sus vidas. Otros, anónimos para el mundo, pero presentes en los corazones de quienes tuvimos el privilegio de amarlos. Zaragoza ha resistido a dos asedios, recuerda el periodista. Pero no lo hace para sacar pecho por las hazañas bélicas de nuestra historia. Lo que pretende Díez es hacer hincapié en la capacidad de "cerrar filas" ante la injusticia, el atropello o las dificultades. Y en eso andan algunas fuerzas de la izquierda aragonesa, cerrando filas para sumar corazones a la utopía. Para hacer posible lo que intentan presentar como fatal los agoreros que pretenden robarnos la esperanza. Yo celebro esa unión y hago una llamada a los irreductibles maños. Juntos, vamos a salir adelante. Somos duros pero sabemos ser flexibles. Somos humildes pero contamos con el orgullo sobrio que, ninguneando las decisiones institucionales, ha proclamado "el Canto a la Libertad" como el himno de este pueblo. Ante la adversidad, los aragoneses hemos demostrado que sabemos venirnos arriba. Que podemos transformar nuestra legendaria tozudez en tesón y honestidad para luchar contra los más negros presagios. Y como decía "el abuelo", aventarlos a la mierda.
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