COMO MOSCAS

En la obra Luces de Bohemia, el poeta Max estrella mantiene una conversación con un preso anarquista. En un momento de la misma, el condenado se lamenta de los obreros que caían por levantarse contra la injusticia. A lo que el rapsoda ciego respondía: "Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas." La escena me ha venido  a la memoria machaconamente esta  temporada. El esperpéntico personaje de Valle-Inclán tenía razón. Para ellos, esos telúricos mercados, que no son otra cosa que titanes antropófagos en constante competencia exponencial; Para esas manadas de lobos, como les definió el ministro de finanzas sueco Anders Borg, los obreros somos como moscas. Moscas que se arrojan desde los tejados de France-Télécom o se prenden fuego a lo bonzo en sus aparcamientos. Unos sesenta muertos en los últimos años que no soportaron la política de movilidad y la presión que padecen. O como los jóvenes trabajadores chinos que también se suicidan en la fábrica donde la multinacional Foxconn produce nuestros iPhones sometiendo a los operarios a unas condiciones de violencia laboral y sueldo miserable. Y podemos continuar con todos aquellos que, aunque no se autodestruyen, se quiebran al caer en el desempleo a causa de recortes en función de la competitividad, a pesar de que sus empresas han tenido abundantes ganancias. Todos moscas. Insectos que se reponen con otros insectos cuando deciden autoinmolarse por flojos o que se aplastan con la uña por un quíteme allá un euribor. Algunos, aunque asumimos la condición díptera, pensamos que nuestra vocación debe ser la de mosca cojonera. Porque uno a uno somos insignificantes.¿ Pero se imaginan la que se liaría si todos desarrollamos la misma afición? Nunca se debe subestimar los riesgos por muy pequeño que sea el adversario. Mucho menos cuando los mosqueados somos un multitudinario enjambre internacional.