SALUDAD AL GRAN HERMANO
Durante la presidencia española de la Unión Europea se ha desarrollado el programa de vigilancia y recolección sistemática de datos personales de ciudadanos sospechosos de experimentar un proceso de "radicalización". Según figura en los documentos oficiales, este programa puede dirigirse contra individuos involucrados en "grupos de extrema izquierda o derecha, nacionalistas, religiosos o antiglobalización". No se trata de vigilar solo a posibles grupos islamistas, terroristas o violentos. Al parecer, para la UE, terrorista es todo aquel que discrepa ideológicamente con el sistema en el que andamos embarcados independientemente de que su naturaleza sea pacífica. Cualquier grupo o persona sospechoso de haberse radicalizado es su objetivo. Si entendemos como radicalización intentar buscar la raíz de los problemas, la horquilla de vigilancia se extiende abarcando a todo ciudadano con cierto grado de compromiso ideológico o político. Nuestra forma de pensar, pero también nuestra situación laboral o económica serán investigados para formar parte de un archivo cuya información podrán compartir todos los estados. Somos muchos y muy variados los que cabemos en esta definición. Cualquiera que se declare anti-sistema entra a formar parte de este ranking de espionaje planetario. A este documento se le ha dado carácter de confidencialidad sin embargo, gracias a la organización de defensa de los derechos civiles statewatch org., se ha conseguido hacerlo público. Este recurso orwelliano aconseja indagar también en los sentimientos personales que pudieran impulsarnos.
Pues bien, vayan tomando nota los espías porque ahí van las razones que han conseguido radicalizar mi corazón: Un planeta donde la injusticia campa a sus anchas y un extremado grado de violencia es utilizado contra la población civil. Una sociedad que ha globalizado los mercados y les ha dado preferencia sobre los derechos fundamentales de los seres humanos. Una naturaleza sometida al desarrollismo brutal e insostenible del capital que ha sido exprimida hasta la extenuación. En resumen, un mundo nada feliz que vaticina un incierto futuro para las generaciones actuales pero, mucho más, para las que están por venir.
Si no podemos defender pacíficamente nuestra ideología puede que nos estén empujando a que algunos experimentemos otras fórmulas menos aconsejables. Arrinconar y perseguir al disidente acaba con la tradición europea de tolerancia hacia la heterodoxia del libre pensamiento en el marco de la apología pacifica del mismo. Un salto peligroso hacia la clandestinidad cuyas consecuencias no parecen haber valorado completamente. El reality está servido y muchos somos los nominados.
Solo nos queda esperar que los mismos que están en su punto de mira, movimientos civiles y de defensa de los derechos humanos, puedan dinamitar en los tribunales su maquiavélico plan.
Mientras tanto, sonreíd y saludad porque el Gran Hermano nos está observando.
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