MUERTE A LA SOLIDARIDAD
En el s.XX, los ciudadanos del mundo nos enfrentamos a dos conflictos mundiales y a un tercero más sibilino, la guerra fría, donde los enemigos eran identificables. Los nazis o la carrera armamentística nuclear eran peligros reconocibles que debían combatirse por la seguridad de la población del planeta. En el s.XXI la ofensiva global procede de misteriosos mercados financieros cuyos contrincantes son los insumisos a sus deshumanizados dogmas. Es una guerra tácita y no declarada oficialmente que trata de aniquilar la solidaridad entre los pueblos. Son múltiples los escenarios en los que se está librando esta contienda. Y para conseguir la victoria del Neoliberal-Mal es imprescindible dinamitar las barricadas que levantan miles de utópicos y soñadores con sus incómodas peroratas sobre la justicia universal. Así es como, los cooperantes que fueron asesinados en Oaxaca y que transportaban ayuda humanitaria, apenas levantaron un murmullo de leve indignación en la comunidad internacional. O como el ataque ilícito y brutal contra la flotilla humanitaria que transportaba esperanza, al Guantánamo que Israel ha diseñado para los palestinos, no ha sido suficiente motivo para que nuestro país, ni muchos otros, rompieran relaciones diplomáticas con el poderoso gigante hebreo. Por encima de los derechos humanos y de la dignidad está la bolsa de Wall Street. Y esa caterva de individuos que anteponen los principios de fraternidad, colaboración y apoyo en favor de las víctimas del nuevo fascismo mundial son el objetivo prioritario a eliminar. Que sus muertes sirvan de ejemplo. Este es el mensaje que nos quieren transmitir. Nadie salvará a los salvadores. El sistema se ha extirpado todos los pudores y señala estos valores como a una perniciosa amenaza para la consecución de sus planes. El Gobierno mundial, don dinero, no titubeará para erradicar cualquier asomo de rebelión contra sus planes. Y si no son las metralletas o las bombas, será a través del miedo. Ese mismo que nos impele a pensar que no hay alternativas y que, en el mundo occidental, nos tiene cuasi-convencidos de que otra política, otro mundo no es posible. El mismo que sacrifica el estado de bienestar y propicia la salvaje reforma laboral, que ya resopla en nuestros cogotes nacionales, para no desairar a la Bestia. Dejando al género humano, cautivo y desarmado. Pero, sobre todo, aislado. Sin posibilidad de organizar la resistencia porque nuestra única arma, la solidaridad, está siendo desactivada eficaz y enérgicamente.
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