COMO UN DOLOR QUE AVANZA
Como un brote de desesperanza que prende en el páramo de la memoria. De esta forma tan desencarnada y progresiva se extiende la violencia por el suelo de los Estados mexicanos. Asesinatos, genocidios indígenas, secuestros. Éstas y muchas otras son las formas de violencia infligidas a su pueblo. Y todo en un clima de corrupción política, judicial y policial que sirve de abono a la proliferación del narcotráfico y el crimen organizado.
El régimen seudodemocrático de su Gobierno ha beneficiado las desigualdades sociales y la extrema pobreza de gran parte de su población. El acoso contra movimientos sociales y sindicales ha hecho imposible que millones de desfavorecidos abandonen esa miseria.
Hoy han sido nueve ejecuciones que se suman a la montaña de cadáveres que cada día aparecen torturados y ejecutados. En Ciudad Juárez el exterminio es fundamentalmente femenino, miles de mujeres son raptadas, violadas y asesinadas sin que los poderes del Estado muestren el menor interés en ello. Las comunidades de Chiapas o Guerrero son objeto de un genocidio orquestado exclusivamente para arrebatar las tierras a sus legítimos pobladores y explotar el medio para lucro de unos pocos. Aquí, la lista de asesinatos, secuestros y asaltos a la población indígena señala directamente a grupos paramilitares que actúan para servir a los intereses del propio Estado. Este "terrorismo" ejercido por un Gobierno, que obtuvo un triunfo poco claro y escasamente democrático, no es otra cosa que el instrumento que utiliza el poder para saquear y cosificar a sus ciudadanos. La comunidad internacional debería dejar de reconocer al Gobierno mexicano como un régimen democrático. No debe haber tibieza frente al terror ejercido contra el pueblo.
Publicado en diario PÚBLICO 4 de octubre de 2008 y en EL PAÍS mismo día
en DIAGONAL el 30 de octubre de 2008
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