¡HABÍA UNA VEZ UN CIRCOOO!
La constitución de las nuevas Cortes es la prueba más evidente de que este país está cambiando, pese a quien pese. Desde el 15 de mayo del 2011, mucha gente corriente que nunca había pensado participar en política decidió que era necesario involucrarse para cambiar el estado de injusticia y desigualdad que estaba padeciendo la ciudadanía. Los desahucios, el paro y los recortes azotaban a gran parte de la población y, mientras tanto, los casos de corrupción política se multiplicaban exponencialmente.
El movimiento de los indignados nació como un grito simultáneo y desesperado frente a esta situación. Los políticos profesionales no sabían como tratar a esa chusma que llenaba las plazas de las ciudades y que se convirtió en el foco de atención de toda la prensa internacional. Recuerdo que dijeron que, si querían hacerse escuchar, debían meterse en política. Pues bien, eso hicieron para estupor de sus más grandes detractores.
¿Por qué un guardia civil, una jueza o un profesor universitario se meterían en semejante "fregaó" a estas alturas de su vida? ¿Qué les mueve?. Muchos de los nuevos y "exóticos" diputados de Podemos proceden de circunstancias vitales bien diferentes. No son agentes comunistas pagados por el oro de Moscú (o de Irán como alardean las lenguas viperinas). Son personas normales pero con un alto grado de compromiso social. De patriotismo.
Las hienas cavernarias aúllan sobre la extravagancia que supone llegar al Congreso en bicicleta o acompañado por una banda de música. Es lo que tiene no tenerle miedo al pueblo. No necesitas llegar en un coche blindado y rodeado de un fuerte dispositivo policial.
Cuando se rasgan las vestiduras por el bebé de Bescansa en las tribunas del Congreso están enseñando el pelo de la dehesa paleta, mediocre y malintencionada. En cualquier país nórdico se ve esta circunstancia con absoluta normalidad. Aquí, el ministro del interior declara que le parece lamentable utilizar a los niños con fines electoralistas. ¿Perdón? Y todas esas fotos durante la campaña en las que los políticos besan criaturas asustadas como si no hubiera un mañana...¿qué son exactamente? Carolina Bescansa quiso hacer visual un problema que atañe a muchas madres trabajadoras. Que se vayan acostumbrando sus señorías. Sus nuevos compañeros de cámara son cañeros con los problemas reales de la gente. Es verdad, como dicen, que también llevan imputados entre sus filas. Pero ninguno por corrupción sino por haber participado en acciones no violentas comprometiendo su libertad y exponiéndose a graves sanciones económicas. Ellos y ellas no tienen que esconderse, como el popular Pedro Gómez de la Serna, detrás de una columna. Dan la cara porque tienen la conciencia tranquila. Porque tienen conciencia. Era divertido ver como a muchas cacatúas parlamentarias se les caían los palos del sombrajo al tener que compartir su ghetto privilegiado con una diputada de raza negra u otro que lleva unas interminables rastas. Cosas verdes que harán temblar las paredes... del Congreso.
Y mientras se centraba la atención en el folclore multicolor de la nueva fauna parlamentaria, los viejos lobos estaban a lo suyo. Tramando un pacto a tres que no parezca un pacto. Que parezca un accidente. Desvirtuando la voluntad popular para arrebatar un puesto en la mesa del congreso a la izquierda y dárselo a Ciudadanos consiguiendo que así la derecha sea mayoría. Una gran coalición para que nada cambie. Para que, ante todo, su status permanezca. El PSOE lo está dejando claro. Se les marchitó la rosa socialista.
Dicen que la Constitución de las Cortes fue como un circo. Yo creo que ya estaban dentro los payasos.
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