JURAR EN HEBREO

Por eso creo que en esta ficticia guerra de banderas, a quiénes no hay que perder de vista es a los abanderados . Esos mismos que, a ambos lados del territorio comanche-catalán, han propinado a sus compatriotas una reforma laboral implacable y un deterioro progresivo de la educación y la sanidad pública. Los corruptos españoles no tienen nada que envidiar a los catalanes. Y, por desgracia, la impudicia y los recortes sociales afectan por igual a tirios, troyanos, murcianos o a un señor de Sabadell.
Cada cual arrima la bandera al sol electoral que más calienta. Enarbolándola para apelar al sentimiento más tribal y primitivo de las masas. Para beneficiarse de la confrontación en vez de intentar poner cauces constitucionales a las distintas sensibilidades nacionales.
Si quisiéramos, podríamos encontrar la fórmula. Solo es cuestión de voluntad y generosidad. Lo que ahora evidentemente falta.
De momento, el espectáculo está servido. El arzobispo de Valencia proclama que la unidad de España es cosa del espíritu santo. Pronto saldrá Artur Mas diciendo que la independencia es un capricho de la Moreneta.
Lo que no podemos negar es que a todos, como ya se habrán dado cuenta, se les da de miedo hacer el indio. Aunque a los que están engañando con cuentas-banderas de colores, como a los indígenas americanos, es a la desorientada ciudadanía.
Personalmente, no tengo querencia a las banderas. Desde pequeña tiendo a dilatar las fronteras de mi patria. A extenderlas allá donde el corazón y la solidaridad lo requieran. Todos somos miembros de la misma especie humana. Evolucionar significa tomar conciencia de ello. Y para eso estorban los muros y las concertinas. También las falsas patrias.
Como diría el poeta, soy un alma sin fronteras. La única bandera que he ondeado al viento en la vida es la multicolor del orgullo gay. Y será porque nadie me pidió que le hiciera un juramento. Aunque he de reconocer que jurar, lo que se dice jurar, juro. Con tanto movimiento de bandera, con tanta manipulación patriotera, con tanto truco de prestidigitador desprestigiado, me han dado arcadas. Por eso juro y perjuro( en castellano, fabla, catalán y hasta en algunas lenguas muertas) sin necesidad de arrimarme a una bandera.
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