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TERRORISTAS DOMÉSTICOS

Año tras año, el rimero de cadáveres aumenta. Mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex-parejas. Niñas y niños cuyos brutales e incomprensibles crímenes son usados por el agresor para infligir un daño irreparable a la que fue su compañera. Nada importa que esas criaturas sean también hijos suyos. El odio los convierte en macabros instrumentos de su venganza. Una venganza que nace de la negativa a la pérdida de control sobre su víctima. La maté porque era mía. Una mentalidad que aún subyace en algunos especímenes poco evolucionados. Aunque no debemos olvidar que no hace tanto tiempo que fue abolido el "crimen de honor" en nuestro país. Si el varón decía haber pillado a la parienta cometiendo adulterio podía cargársela y salir de rositas. No hace falta aclarar que la cosa no funcionaba igual al contrario. Pero la muerte suele ser solo el fúnebre colofón de una larga historia de dominación y humillaciones. Las denuncias han bajado, sin embargo, el número de mujeres asesinadas sigue creciendo. En ese ranking de muertes, por  eso que denominan "violencia doméstica", no se incluyen a las víctimas colaterales. Hijos, abuelas, amigas, padres o cuñados que también son objeto del vendaval homicida.
Amia y Candela tenían 4 y 9 años.  Su padre utilizó una radial para acabar con sus vidas. ¿Conocen el objeto? La eficaz crueldad con la que ejecutó a sus hijas fue espeluznante. Contrasta con la torpeza con la que intentó luego suicidarse. Al parecer quería vengarse de la madre. Pero este psicópata, igual que hizo antes el tristemente celebre Bretón, prefirió matarla en vida.
A menudo me pregunto qué pasaría si ,cada año, docenas de abogados, concejales o altos funcionarios fueran asesinados por criminales movidos por el odio. Imaginen que, además, sus hijos fueran vilmente masacrados. Estaríamos hablando de actos terroristas perpetrados por lobos solitarios y toda la parafernalia del estado se pondría en marcha para prevenir lo que, sin duda, calificarían de atentados.  Pero cuando las víctimas solo son mujeres anónimas, lo llaman "violencia de género". Oiga, ¿de qué genero es la violencia con la que su padre decapitó a Amia y Candela? No tiene nada que envidiar a las terribles imágenes que nos llegan del Estado Islámico. Cuanto más si añadimos el matiz de que hablamos de pequeñas que además eran sus propias hijas. ¿Hay algo más terrorífico que esto?
Las mujeres que padecen malos tratos no se sienten protegidas. Con denuncias o sin ellas, saben que su vida pende de un hilo y que las instituciones no desarrollan suficientes recursos para que puedan sentirse a salvo. Es un drama transversal que no entiende de posición social, cultura, raza o religión. La única constante es la violencia extrema ejercida contra la mujer y, por extensión, sobre sus hijos.
Algo anda muy mal en un planeta que sigue fracasando en la igualdad y el respeto entre los sexos. Millones de mujeres son sometidas por las leyes, las religiones extremistas o ambas cosas.
Lapidadas, enjauladas bajo un burka, privadas de su derecho a tener una educación y una profesión. Cosificadas, vendidas y explotadas por mercaderes de carne femenina.
Y en lo que llamamos mundo civilizado un silencioso exterminio de mujeres sigue goteando su rastro de sangre vergonzante. "Violencia doméstica". Como si prender fuego a un ser humano o descuartizarle con una radial fuera un poco menos gore si te lo hace el cabeza de familia.
Tenemos un grave problema pero nunca es tarde para buscar soluciones. A medio plazo, la educación es clave en este asunto. El único camino para sanear una concepción enfermiza de las relaciones intersexuales.Pero mientras tanto se necesitan mecanismos que garanticen la seguridad de las mujeres en riesgo y de sus hijos. Esa es la prioridad que debería acuciarnos. Sus asesinos también son lobos solitarios. Terroristas dispuestos a causar el mayor daño posible. A mí me dan el mismo asco, el mismo miedo
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