CON UN PAR
El presidente Rajoy ha ido a visitar a su homólogo griego. Samarás está jroña que jroña con la perfilada victoria de Syriza y ha pedido ayuda a Marianico. Éste, con la proverbial verborrea que le caracteriza, ha soltado una máxima que podría ser un resumen de su biografía política y la de su partido. En sus declaraciones, Rajoy ha advertido por dos veces contra "los riesgos de hacer promesas que no se podrán cumplir". Evidentemente iba por Syriza y, de tacada, para los perro-flautas de Podemos. El ojo de mentir del presidente casi se sale de su órbita. ¿Habla desde la experiencia de quienes prometieron tres millones y medio de puestos de trabajo ? ¿O desde la de los que porfiaron que la sanidad, la educación y la dependencia eran intocables?
Tiene razón el presidente, aunque no lo sabe. Es peligroso hacer promesas que no puedes cumplir. Pero mucho más, hacer promesas que no piensas cumplir. Eso es una estafa, un engaño deliberado que el pueblo no olvida fácilmente. Mentir para conseguir el poder, para mantenerlo y para descalificar a sus rivales. Esa ha sido la estrategia popular y sigue siendo el único hilo conductor de su argumentario político, la mentira. Y el miedo.
Syriza y Podemos intentan otro tipo de política hecha por y para la gente. Habrá metas que se alcanzarán y otras que se quedarán por el camino, de momento. Pero la voluntad de estas formaciones es darle un instrumento para defenderse de las agresiones que sufren sus derechos fundamentales en este marco neoliberal que nos engulle.
Podemos es un proyecto colectivo que se está gestando por el compromiso de miles de mujeres y hombres libres que sueñan un futuro sin temores ni mentiras. Nadie dijo que fuera a ser sencillo. Representar al pueblo significa, demasiado a menudo, ir en contra de los intereses de los más poderosos. Osea que es lógico esperar todo tipo de amenazas, trampas y emboscadas.
Puede que algunas propuestas de Syriza o Podemos parezcan utópicas. ¿Han pensado qué sería de este mundo sin las utopías y los soñadores? Gracias a quienes, contra todo pronóstico, estiraron de la cuerda hacia la utopía, se consiguieron derechos y libertades de los que hoy todavía disfrutamos. La utopía es un campo fértil para construir el destino de los pueblos. Está abonado de esperanza y buenas intenciones. En esa tierra no agarran fácilmente las mentiras ni las amenazas.
Rajoy tiene cuajo, hay que reconocerlo. Hace falta valor para ser él quien hable de promesas incumplidas y de consecuencias. Pronto comprobará en sus propias carnes de registrador si funciona esta receta. Yo lo espero alborozada. Pero mientras, habrá que trabajar duramente para demostrar que la utopía, no es solo posible, es imprescindible para que el mundo sea un lugar a medida de los seres humanos. Un nuevo mundo que ya anida en nuestros corazones. Y que ahora tenemos la oportunidad de comenzar a materializar. No existe mayor fracaso que no haberlo intentado. ¡Todos juntos, con un par!
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