CRÓNICAS DE FACHILANDIA
Alegría mesiánica a la hora de anunciar los datos del desempleo. 2.475 parados menos en noviembre. También es verdad que la filiación a la seguridad social ha caído estrepitosamente. 66.829 cotizantes se han volatizado. Mala cosa. Más, teniendo en cuenta las noticias sobre despidos masivos en empresas como Tragsa o la pérdida de empleos que se prevé para el sector minero o los astilleros. En realidad, no hay razón alguna para el alborozo. Se siguen destruyendo puestos de trabajo y precarizando las condiciones del que queda. La pobreza muerde las carnes de los españoles. Pero ya han fabricado la vacuna anti-rábica que nos mantenga inermes y babeantes. El bozal de Hannibal Lecter customizado y hecho ley que evitará que nos pongamos farrucos mientras nos siguen desplumando. The Wall Street Journal describe en un artículo titulado "El legado de Franco resuena en España" un país donde los símbolos fascistas y nazis o los homenajes y las placas dedicadas a la dictadura y sus autores, proliferan impunemente. Un país que es incapaz de ajustar cuentas con su propia historia. Al que no se le cae la cara de vergüenza porque sea Argentina el lugar donde se vayan a juzgar los crímenes del franquismo. Y también hacen una curiosa reflexión sobre el paro juvenil. Esa bolsa de jóvenes frustrados son una cantera lista para engrosar las filas del fascismo. Pero el diario conservador estadounidense no es el único que nos llama fachas. Desde Bruselas nos sacan los colores y califican de preocupante y desproporcionada la ley de la mordaza. Les resulta inquietante que los derechos humanos y civiles se encuentren en peligro. Pues oiga, lo mismo pienso yo. Inquietante no, lo siguiente. La represión ciudadana viene de la mano de una percepción generalizada de que la corrupción campa a sus anchas. Solo en Siria, donde las masacres son diarias, el pueblo tiene peor concepto de sus instituciones. La marca España huele a muerto desde ambos lados del océano. Procede de un cadáver retozón que sigue vivito y coleando en el putrefacto corazón de algunos españoles. El de esa ultraderecha que no cesa y arremete. La que siempre nos quiere poner el yugo y el bocado.
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