DEPOSICIONES DIALÉCTICAS
Si alguien practica con virtuosismo la violencia verbal en este país, son los voceros de la extrema derecha. Esos hooligans del periodismo como Alfonso Rojo que no dudan en recetarle al emérito obispo Satién un par de tiros para curarle de lo suyo, o en proponer el bombardeo de Somalia añadiendo el escabroso detalle de alimentar a los peces con los cuerpos destrozados de los somalís. Un gesto cristiano, ya saben dar de comer al hambriento, en este caso al pez, con otros muertos de hambre, matando de esta forma dos (o los que sean menester) pájaros de un tiro. O como Hermann Tertsch, cuya perorata antipacifista fué motivo de una justificada parodia en El Intermedio. Sobre los motivos de los palos que le dieron al susodicho el otro día, solo Tertsch guarda silencio. Tendrá sus razones para no poner denuncia. Pero la quinta columna neocon, con doña Espe como su eterna lideresa, ha decidido señalar con el dedo a Woayoming como responsable de la agresión. La ultraderecha carece de sentido del humor. Antes de relajarse con una carcajada prefieren que lo que salga por su boca tenga el color y la densidad de los detritos. Están hechos a vomitar acusaciones y promover a la violencia gratuita y son incapaces de gestar una sonrisa y, mucho menos, si ello implica una autocrítica. Yo, que soy una de esas pacifistas que tanto desprecia Tertsch, les recomiendo una terapia de choque de risoterapia intensiva. Nada de tiros, bombardeos o apaleamientos nocturnos. Una sobredosis de humor que les ayude a relajar esos esfínteres que, de tanto odiar, llevan demasiado tiempo constreñidos, obligando a la porquería a buscar la salida por sus bocas.
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