MI BUENOS AIRES QUERIDO
Si la impunidad de los crímenes franquistas pudiera musicarse, sin duda, tendría aire de tango. Sería otro cambalache desgarrador y cínico que hablaría de un país amnésico y amedrentado. Un país incapaz de afrontar las ruindades de su historia. De juzgar a los torturadores y asesinos aún a pesar de haber transcurrido setenta años desde sus delitos.
Quizás algunos pensarán que no tiene sentido procesar a los pocos ancianos que puedan quedar vivos. Se equivocan. Lo que menos importa es que pisen una cárcel. Su legado de odio circula libremente por esta democracia acomplejada. Los herederos ideológicos de estos matachines campan alegremente empleando la violencia física y verbal, los saludos y símbolos fascistas. Hasta hay miembros del gobierno, como Mª Dolores de Cospedal, que se fotografían rodeados de célebres ultraderechistas que nutren las filas de NN GG. Impunidad, complicidad. El juez que atendió las demandas de justicia de los familiares de las víctimas del franquismo, acabó también represaliado. Vergüenza.
Tenía que ser desde Argentina (un país doctorado en los horrores que engendran las dictaduras) de donde llegaran ráfagas de esperanza de mano de una jueza que apuesta por la Justicia Planetaria. La caverna se agita. Braman cosas terribles sobre traiciones a la patria. ¿Qué patria? ¿La que sus antecesores nos arrebataron en una guerra aciaga a punta de metralla? Debe ser esa que mantiene la condena sobre los perdedores e impide que tan siquiera se desentierren sus huesos de las fosas. La misma que ahora consiente que se desahucie a la gente mientras los vampiros financieros que causaron su ruina se marchan de rositas montados en el euro. La que legisla que enfermos de cáncer o leucemia se tengan que pagar gran parte de su tratamiento. La que deja a los niños sin comedores escolares, transportes y maestros. La que ante la exclusión social se lava las manos y apela a la caridad como remedio. La madre patria madrastra antropófaga de cuento. Paso, gracias. En estos momentos, mi patria, la que yo siento, tiene un son milonguero e insolente que pone de los nervios a los cavernícolas fascistas. Mi Buenos Aires querido... ¿A que dan ganicas de marcarse un tango arrabalero?
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