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LOS NIÑOS DE KAFKA

LOS NIÑOS DE KAFKA

Para acabar con la hambruna que ya se extiende también por la población occidental, la ONU ha sugerido una medida, como poco, peculiar. Nos han venido a decir que aquí, el que pasa hambre, es porque quiere. Por tiquismiquis. Ponen el ejemplo de otras culturas en las que, los insectos, son el ingrediente principal de la dieta popular. Pero los muertos de hambre occidentales somos más señoritos. ¿Por qué negarlo? Nos va más la tortilla de patata que una fideuá de garrapatas. Demasiado exquisitos para estos tiempos bárbaros que corren. Según la ONU, con la cantidad de cucarachas, saltamontes o arañas de todos los tamaños que pululan por el mundo, alimentar con un puchero de legumbre a los hambrientos equivale a malcriarles. Además todo son ventajas con una nutrición entomofágica. Lo primero, porque la carne de mosquito no sube el colesterol y, lo que se dice engordar, no engorda mucho.
Pero sobre todo porque, mientras capturan los bichos para el rancho cotidiano, los pobretones se pondrán en forma, estarán entretenidos y dejarán de protestar para que las instituciones les paguen los macarrones. Como esos 260 niños del colegio de un deprimido barrio alicantino. ¿Serán jetas sus padres? Pudiendo alimentarles con un soufflé de moscas coronado de escarabajos peloteros pretenden que el estado les proporcione alimentos de personas en vez de un suculento, a la par que gratuito, menú para lagartijas.
Mi abuelita decía: De lo que se come se cría. Imaginen que eso es cierto. Que hacemos caso a la FAO y tomamos en cuenta su recomendación dietética. Quizás Kafka tuviera una visión con La Metamorfosis. Un futuro donde los desfavorecidos sean criaturas mutantes. ¿ A que da un poco de miedo? Engendros medio humanos, medio chinches, medio insecto palo. Y ya disculparán el tono caústico. Pero cosas tan desgarradoramente cínicas, por severa prescripción facultativa, solo puedo tomarlas a coña.

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