UN BUEN DÍA PARA MORIR
Hay días,
(uno cualquiera
como puede ser hoy),
en los que anhelo el frío de la noche eterna.
Días en los que,
sin desencadenantes o tragedias,
la tierra se me ofrece en carne muerta
como una amante mansa y duradera.
Embriagada de vida,
hastiada de amar y ser amada,
busco sus negros labios de ramera,
sus muslos cadavéricos,
para abrazar como una enredadera
el vacío lujurioso de su nada.
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