POR UN PRETEXTO ABSURDO
Llegaste a mí
por una de esas casualidades de la vida
con un pretexto absurdo.
Y me encontré con unos ojos de payaso depresivo,
de peripatético poeta tabernícola que nunca ha escrito un verso,
de niño viejo...
No me quedó otro remedio más que amarte.
En tí reconocí al enajenado ángel
que también me agarra por el cuello
y me sacude
como un animal furioso
para librarme de tanto bodrio sensato, coherente.
Así que juntamos nuestras idiocias respectivas
para desafiar las leyes del aburrimiento.
Ya hace algún tiempo de esto.
Pero todavía nos buscamos
cuando la negra noche de la distopía
amenaza con tragarnos.
Aún danzamos entre los babeantes cuerdos
como embriagados orates
si nos agarra una crisis de melancolía.
Si esto no es amor
por lo menos a mí
me lo parece.
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