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EL PLAN SHELDON


 Ciudadanos que se sienten abrumados por esta pertinaz crisis y un futuro más que incierto: cesen de mortificarse con estas cuitas. Una vez más, los estadounidenses tienden la mano a nuestra patria para ayudarnos a resurgir de las cenizas. Bueno, uno en particular que dicen que está podridico de pasta. Un tal míster Adelson Sheldon. El archimillonario viene con el aval de doña Esperanza Aguirre. Ya me quedo más tranquila. Además trae consigo un controvertido bagaje de oscuros negocios, financiaciones extraoficiales al Partido Republicano y algún que otro lío como el que le relaciona con una trama de sobornos en China. Una perita en dulce que compatibiliza divinamente un discurso ultraconservador con la explotación sexual que se produce en sus garitos de lujo. A golpe de talonario (el que engordan sus burdeles y salas de juego) ofreció cien millones de dólares para derrocar a Obama. "Cien millones no es dinero", dijo el pavo. Claro que no, es una inversión que se multiplicará si gobiernan sus compadres del tea-party. Mientras tanto, trapichea con el orujo-party carpetovetónico sobre la posibilidad de plantar aquí esa cosa que llaman EuroVegas. Míster Sheldon tiene un plan. No tiene nada que ver con ese del chocolate terrosos y la leche en polvo de su compatriota Marshall. El suyo es más ambicioso. Nos muestra el modelo a seguir para conseguir el pleno empleo de españoles e inmigrantes.
fastuosos burdeles donde habrá trabajo para todos. De putos-as o esclavos-as, a elegir y todo. O más bien de ambas cosas a la vez. Todo posible si sus alter-egos hispanos dieran luz verde a una ciudad sin ley, sin derechos laborales, normativas medioambientales, de contratación de extranjeros, fiscales, de urbanismo y sin esa estúpida prohibición sobre el tabaco. Amén de que se le proporcionen unas infraestructuras faraónicas a cuenta de los contribuyentes y futuribles explotados. Bagatelas si consideramos el triunfazo que sería acabar con el paro plagando el país de lupanares y casinos. Esta historia tiene en Aragonia un precedente llamado Gran Scala que (además de acabar como el timo de la estampita) colocó a sus precursores políticos en la cota más alta del garrulismo aragonés. Tomen nota de nuestra esperpéntica experiencia y no caigan en las populistas promesas de empleo con las que lo venden. Hágan caso, el plan Sheldon, no es buen plan.

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