MI OMBLIGO Y YO
Estoy de acuerdo con Anguita, este país se va a la mierda. Los puteados de España, una inmensa mayoría del personal, no atinamos a montar una bronca contundente para frenar el descalabro. Los colectivos, asociaciones y grupúsculos de izquierdas salimos a la calle sin orden ni concierto, cada cuál con cada quién, sin rentabilizar el potencial que supone la unión de todas estas voluntades juntas. Hay premisas y criterios comunes que podrían ser el pegamento. Principios básicos que compartimos. Todos somos víctimas de la misma Gran Estafa pero no acabamos de asociarnos en un frente conjunto. Las gentes de izquierdas de por estas tierras tenemos querencia al nihilismo narcisista. Ácratas, marxistas, anticapitalistas, ecologistas... somos cien y la madre. Pero eso sí: para puro, puro, mi pirulo.
Nada más lejos de mi intención que criticar la diversidad ideológica. La busqueda personal de la ¿Verdad? puede explorarse por múltiples caminos. El problema viene cuando nos enrocamos en el virtuosismo de nuestro propio ombligo desdeñando la presunta pelusilla que asoma por el del vecino. Que yo sepa, todos los ombligos son redondos. Y ahora mismo, los de esa inmensa mayoría puteada estamos conectados por un cordón invisible que nos amarra a la hecatombe. Claro que podríamos utilizarlo para retroalimentarnos y hacernos más fuertes. Pero para eso tenemos que demostrar que somos tan listos como pensamos. Anguita propone como acto revolucionario obligar a cumplir la Constitución. Desarrolla una serie de propuestas sobre la progresividad y el fraude fiscal, el salario y las pensiones mínimas, una banca pública o la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía. Cuestiones concretas en las que coincidimos la inmensa mayoría de los puteados que no nos doblegamos al pensamiento único y al miedo. Solo falta que seamos capaces de superar la burricie que nos mantiene fascinados ante la esférica rotundez de nuestro ombligo. Si no lo hacemos, fijo que nos vamos a la mierda.
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