¡RESPETO!
Los detractores del 15-M andan muy atareados estos días desprestigiando al movimiento. La cavernaria derecha por razones obvias: Los ciudadanos que piensan son per se enemigos molestos para la ejecución de sus chiripitiflaúticos planes. Con esa manía de darle a la cabeza, no están predispuestos a tragarse sus burdas mentiras e incluso juegan a plantear alternativas al determinismo de sus doctrinas. Desde algunos sectores de la izquierda, la cosa cambia. Es otra clase de inquina la que se proyecta. La podemos percibir en la superioridad moral con la que abordan el análisis del fenómeno. En la despectiva condescendencia que muestran al ningunearlos y acusarlos de compilar un marasmo de utopías sin salida política. Al menos una que sus prepotentes y anquilosados cerebros puedan entender.
Los quincemayistas son partidistas, piojosos, sucios, vagos, mohicanos, violentos pacifistas que revientan las huestes policiales con resistencia pasiva, trotskistas e incluso se rumorea que están patrocinados por el oro de Moscú. Los vilipendios que les arrojan tienen tanto fundamento como la inmaculada concepción de María. Cuestión de fé. De mala fé, por supuesto. La que los mediocres y canallas supuran contra lo que ya se consolida como un hito histórico en este país. Cientos de miles de personas, quizás millones, que hacen uso de la mayor arma revolucionaria de las masas: la reflexión. Y pensando, pensando, los indignados se han dado cuenta de que todo se trata de una Gran Estafa en la que nos han enjaretado el papelón de los primos tontos de remate. Igual que nos hemos percatado de que no hay banqueros ni políticos responsables en la cárcel y que los poderosos no son iguales que los esgarramantas ante la justicia. Eso, ya comprenderán, cabrea mucho. Pero lejos de desanimarse, el 15-M sigue trabajando en sus iniciativas. La reforma de la ley electoral de partidos o la reciente creación de un tribunal de justicia ciudadano que investigue los desmanes cometidos y consiga devolver el dinero robado al pueblo son solo dos de sus numerosas y jugosas propuestas. Imprescindibles, a mi entender, para sanear la democracia.
El 15-M es un ser que se crece aunque lo estén abonando con inmundicias desde los púlpitos políticos o la prensa canalla. Que se crece, gana adeptos y se mimetiza por toda la geografía mundial. Pese a quien pese, moleste a quien moleste. Es muy posible que su huella sea el cimiento de una nueva sociedad que asuma la soberanía popular como una máxima. Con todos los derechos y obligaciones que de ello se deriva como es implicarse directamente en la política.
Eso, aunque el clásico coro de voceros se desgañite lanzando escupitajos ponzoñosos, merece mucho respeto. Pero claro, a estos tipos (los demonizadores de indignados) solo puede darles miedo.
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