LOS TRAIDORES DEL PP
Viñeta de El Roto: La gaviota del PP
La frustración de algunos solo encuentra salida por el camino del odio. Si además el objeto de su inquina es un elemento débil, con escasas o nulas posibilidades de respuesta, se ceban con él con especial crudeza. Así de miserable es la naturaleza de los cobardes. Descargan su furia irracional sí, pero escogiendo bien con quién se baten el cobre. Y no lo hacen contra los banqueros que causan su ruina, ni contra los empresarios que palmean una reforma laboral que precariza y destruye el empleo. Tampoco se organizan en patrullas ciudadanas para peinar las calles de corruptos y especuladores. Estos xenófobos en zapatillas jamás osarían tomar el Parlamento para exigir una fiscalidad justa y transparente que garantizara la sostenibilidad de los servicios públicos. Y no los busquen entre la gente que se manifiesta pacíficamente en defensa de la sanidad y la educación para todos. Ellos no están ahí. Se quedan en sus casas o en los bares de su barrio rumiando esas adictivas píldoras de odio que les arrojan algunos partidos para sedarles.
Como el PP, que en su último congreso en Cataluña se definió como un partido xenófobo por una mayoría casi absoluta. Casi, porque hubo siete "traidores" que desafiaron el satánico consenso. Siete votos en contra espoleados por los escrúpulos de siete congresistas que, por muy de derechas que sean, conservan algo de vergüenza. Como los populares no pagan traidores (y mucho menos a tipos que antepongan su conciencia a los intereses de partido) fueron premiados con una lluvia de insultos e improperios de parte de las prietas filas de los militantes. Militantes del odio teledirigido contra los más débiles. Cánidos amaestrados para hincar el diente donde diga su amo. Para no volverse nunca contra la mano que agita su estupidez hasta hacerla estallar en una rabia irreflexiva contra los inmigrantes. El único argumento que pueden abrazar los que no tienen argumentos. El mascarón de proa con el que la ultraderecha avanza siniestramente sobre Europa.
La frustración de algunos solo encuentra salida por el camino del odio. Si además el objeto de su inquina es un elemento débil, con escasas o nulas posibilidades de respuesta, se ceban con él con especial crudeza. Así de miserable es la naturaleza de los cobardes. Descargan su furia irracional sí, pero escogiendo bien con quién se baten el cobre. Y no lo hacen contra los banqueros que causan su ruina, ni contra los empresarios que palmean una reforma laboral que precariza y destruye el empleo. Tampoco se organizan en patrullas ciudadanas para peinar las calles de corruptos y especuladores. Estos xenófobos en zapatillas jamás osarían tomar el Parlamento para exigir una fiscalidad justa y transparente que garantizara la sostenibilidad de los servicios públicos. Y no los busquen entre la gente que se manifiesta pacíficamente en defensa de la sanidad y la educación para todos. Ellos no están ahí. Se quedan en sus casas o en los bares de su barrio rumiando esas adictivas píldoras de odio que les arrojan algunos partidos para sedarles.
Como el PP, que en su último congreso en Cataluña se definió como un partido xenófobo por una mayoría casi absoluta. Casi, porque hubo siete "traidores" que desafiaron el satánico consenso. Siete votos en contra espoleados por los escrúpulos de siete congresistas que, por muy de derechas que sean, conservan algo de vergüenza. Como los populares no pagan traidores (y mucho menos a tipos que antepongan su conciencia a los intereses de partido) fueron premiados con una lluvia de insultos e improperios de parte de las prietas filas de los militantes. Militantes del odio teledirigido contra los más débiles. Cánidos amaestrados para hincar el diente donde diga su amo. Para no volverse nunca contra la mano que agita su estupidez hasta hacerla estallar en una rabia irreflexiva contra los inmigrantes. El único argumento que pueden abrazar los que no tienen argumentos. El mascarón de proa con el que la ultraderecha avanza siniestramente sobre Europa.
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