EL HUMO PROMETIDO
El no fumar, en los bares y restaurantes, se va a acabar. Mariano Rajoy nos tienta con un balón de monóxido de carbono para aliiviar la disnea general. Humo para difuminar la asfixia por estrangulamiento que se le va a administrar a la ciudadanía. Una estrategia burda de mago bisoño que no consigue esconder bien el truco. Pero que puede funcionar. La gente, hastiada del pin-pon bipartidista, presiente que no hay salida de este negro callejón. Y una vez resignados al matadero, a uno le puede seducir ese pitillo de gracia que nos ofrece Mariano. Más vale vivir de rodillas, pero fumando en los bares, que ser incorruptible pasando un moderado mono en los locales. Cuando se pierde la esperanza resulta más fácil que te roben el alma. A veces solo te la cambian por cuentas de colores o por poder abrir los bronquios a un chute de nicotina con el café matutino. Es una treta chapucera que no engaña al personal sobre los verdaderos propósitos del prestidigitador- Rajoy. Sin embargo, seguró que rasca algunos votos con esta zanahoria. La sociedad está siendo arrasada por los recortes, el desempleo y la inutilidad para resolverlos que muestran los principales líderes políticos. El humo prometido puede cegar los ojos de algunos demócratas desencantados. Pero los que no perdemos la esperanza en un sistema en el que el pueblo sea realmente soberano, podemos atisbar detrás de la fumata pepera. Sabemos que lo que arde y provoca la humareda, es nuestro estado de bienestar. Envuelto en llamas.
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