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UN PERVERSO SENTIDO DEL DEBER


Mariano Rajoy ha realizado su primera intervención en el Debate sobre el estado de la Nación manifestando que, todas las medidas impopulares adoptadas por su gobierno, lo han sido por un exclusivo y riguroso sentido del deber. Puede ser, como dice el presidente, que el gobierno esté realizando escrupulosamente los deberes. Pero no son los que les encomendaron sus votantes. A éstos les presentaron un programa que han ido incumpliendo religiosamente ( como no podía ser de otra manera ) una vez alcanzada la mayoría absoluta en las urnas. Ni tampoco los deberes que cabría esperar de unos servidores públicos hacia la ciudadanía. Honradez y transparencia en su gestión y frenar el avance de la brecha social y las desigualdades, por ejemplo. Está claro que lo del deber cumplido es para con otros con los que empatizan mucho más que con el pueblo que gobiernan.
¿Adivinan? Pues sí, la banca y los grandes empresarios, con ellos sí que hay feeling. Con ellos sí que comparten favores y alegrías. Aquí y en Suiza. Pero Rajoy obvió en su exposición hablar de escabrosas corruptelas o de otros sórdidos asuntos como el de los seis millones de parados, los suicidios provocados por los desahucios o que la desnutrición ya alcanza al 25% de la población infantil. Cualquiera entendería que el deber prioritario de un gobierno sería combatir el empobrecimiento y la injusticia social que nos asolan. Amén de limpiar su casa de bandidos y piratas. Pero ese deber solo pueden asumirlo personas con conciencia. Evidentemente, no es el caso. Porque mientras el presidente eludía mencionar los problemas y el sufrimiento que soporta el respetable, desde algunos ayuntamientos españoles se solicitaba declarar el estado de emergencia social por el alarmante aumento de la desnutrición infantil. Escolares que se desmayan en las clases, que padecen raquitismo porque sus padres no pueden pagar los comedores ni poner un alimento digno en la mesa. Estampas sacadas de la pos-guerra. Famélicos fantasmas del pasado que se materializan en un país europeo del s. XXI. Permitir que el hambre aceche a nuestra infancia, que una cuarta parte sienta ya el bocado su ávida quijada, es la última frontera que puede transgredir un mandatario. Pero de esto Rajoy, ni una palabra. Ahora nos toca a los demócratas desahuciar a los morosos del gobierno. Se lo debemos a los niños, a los desempleados, a las víctimas de la camorra hipotecaria y a todos los excluidos por ese perverso sentido del deber del que presume el presidente. Este gobierno tramposo y deudor, "nos la debe".

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