UNA CARGA SOCIAL
Al parecer, eso de la libre circulación de los ciudadanos europeos por todo el territorio tiene sus limitaciones. Y es una de ellas, el hecho de que los residentes extranjeros se conviertan en una carga social excesiva para el país de acogida, la que ha enarbolado Sarkozy para expulsar a los gitanos búlgaros y rumanos de Francia. En tiempos de crisis, esta salvedad puede ser aprovechada políticamente para vender un discurso populista por parte de los gobiernos europeos. Incapaces de remedar la profunda recesión que atravesamos con decisiones valientes y basadas en el respeto a los derechos humanos y en la justicia social, se enhebran a practicar esta suerte de xenofobia que arraiga entre las neuróticas masas que sufren el mal de los tiempos modernos: La fobia a la miseria. Desde el punto de vista psiquiátrico, se trata de una enfermedad relativamente actual que no se padecía antaño, cuando las condiciones de vida eran mucho más humildes. Por eso democracias norte europeas como Dinamarca, Holanda o Austria. de marcado carácter ultraderechista, utilizan ese miedo patológico vendiendo el discurso de que el inmigrante viene a robar el empleo de los nativos. Lo convierte en el enemigo público número uno para distraer la atención sobre su ineficacia para remontar la situación financiera. Y lo mismo sucede con políticos como Merkel o Zapatero, cuya credibilidad ha descendido vertiginosamente y deciden "envainarse" la vergüenza torera en la defensa de los derechos de estas etnias europeas. Vamos, que si no tienes nada mejor que ofrecer al pueblo, inféctalo de odio hacia los más desfavorecidos. No solucionará la situación económica y laboral de tu país pero mantiene entretenido al populacho que, mientras odia al que es más pobre, no pone atención a los tejemanejes de los poderosos. Yo también practicaría la expulsión de algunos individuos por constituir una pesada carga social. Solo que para mí, el concepto de carga social recae sobre la bandada de buitres que en forma de banqueros, especuladores, políticos amaestrados por el capital y demás bandidos de similar pelaje, pueblan la faz de toda la vieja Europa. El problema sería donde desterrarlos porque esta basura tóxica tarda más en desactivarse que los residuos radiactivos de cualquier central nuclear. No existe ni un solo rincón del Planeta que merezca alojar este contingente de lo que considero que es la auténtica miseria. La única a la que de verdad deberíamos temer.
Publicado en Público el día 26 de septiembre del 2010
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