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MUERTOS DE AMOR EN OAXACA

MUERTOS DE AMOR EN OAXACA

La más preciosa cualidad que podemos desarrollar los individuos, la que nos eleva por encima del instinto depredador que anida en nuestro neocortex cerebral, es la capacidad de empatizar con el sufrimiento y la injusticia que padecen otros seres humanos. Esa inteligencia emocional que convierte a quienes la escuchan, en un activo de valor incalculable para nuestra especie. Gente como Bety Cariño, mexicana defensora de los derechos indígenas y especialmente de la dignidad de la mujer, y Juri Jaakkola, observador de nacionalidad finlandesa. Ambos muertos como resultado de una emboscada preparada por un grupo paramilitar a una caravana humanitaria, compuesta por observadores internacionales, en el municipio de San Juan Copala(Estado de Oaxaca, México). El brutal ataque produjo también un gran número de heridos y desaparecidos que anduvieron perdidos por la selva, sin intentar ser rescatados en principio por las autoridades locales, que argumentaron todo tipo de variopintas excusas para justificar su cómplice pasividad. La pasión de estas personas, ese intenso amor por la Justicia que les impulsó a atravesar uno de los territorios más peligrosos del planeta, para no abandonar a su mala suerte a las hermanas y hermanos de los pueblos indígenas, les ha costado la vida. Pero a todos nosotros, los que mantenemos la esperanza de que otro mundo menos desentrañado sea posible, también nos pasa factura. Nos arrebatan seres imprescindibles. Demasiado valiosos para poder permitirnos su pérdida. Estos asesinatos no están dirigidos únicamente contra los activistas. Pretenden ser un tiro en la nuca que extermine eficazmente cualquier atisbo de solidaridad. Crímenes para silenciar a los testigos de sus crímenes. Algunos de mis más queridos amigos viajan a México con frecuencia para desarrollar estas labores humanitarias. A la fuerza de sus corazones, ahora rotos de dolor, no los detiene la amenaza de una baladera anunciada. Volverán, volveremos, porque no nos pueden matar a todos. Porque cada día somos más los que nos sentimos contagiados de esta epidemia de dolor y violencia que agarra a los pobladores de estas tierras. Un desgarro que hacemos colectivo porque colectiva es la barbarie y, la solidaridad, es nuestra estrategia más iinteligente para poder vencerla. Que la tierra os sea leve, compañeros. 

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