NEORREALISMO ARAGONÉS
Foto: Primo Romero
Si Fellini viviera en estos días, y hubiera paseado por cualquier capital española asistiendo a las procesiones de la semana santa, pensaría que se había sumergido en una de sus películas. No existe mejor caricatura de la realidad que vivimos, que esos siniestros personajes, evocadores de otros que quemaban cruces, que a golpe de su batucada mística rememoran, con todo lujo de escabrosos detalles, la pasión y muerte de su líder espiritual. Esas legiones de penitentes que han tomado las calles de nuestras ciudades y pueblos, tienen poco que envidiar a los monstruos creados por la irónica imaginación del director italiano. Su prepotencia religiosa, alimentada por el apoyo de unas instituciones laicas, se ha impuesto una vez más sobre el resto de los mortales. Creyente o no, tienes que someterte a esa supremacía católica que corta las vías públicas impidiendo el paso de la gente y contemplar con impotentencia el paseo triunfante de la hipocresía, que parece haberse convertido en una máxima de nuestra psicología social. En Zaragoza, intentando acceder a un lugar donde había quedado con los amigos, me ví atrapada entre varias cofradías que férreamente se interpusieron en mi objetivo. Abrumada por las mareas humanas, y posiblemente dopada entre el olor a círio y a incienso, me resigné a mirar el espectáculo hasta que pudiera encontrar la forma de zafarme. Y cuál no sería mi sorpresa al alzar la vista, en la zaragozana plaza del Justicia, y encontrarme con una pintoresca estampa: El alcalde Juán Alberto Belloch junto al arzobispo, presidiendo desde un balcón la salida de las cofradías del viernes siniestro. Y en ese mismo instante, vi la luz. Tomé conciencia del engaño en que vivo. De que solo en mis más íntimos deseos existe la realidad de un estado aconfesional que no discrime, ni siquiera positivamente, a ninguna religión o creencia. Fué como un déjà-vu revelador del hiperrealismo que atravesamos en la actualidad. Ese que mismo que permite encausar, bajo el acusador dedo de falange, al juez que investiga los crímenes de la dictadura. Un esperpento social que nos transforma a todos en los payasos, fascistas y libertarios errantes que poblaban las historias de Fellini. Grotescos individuos enmascarados, o encapirotados, para que nadie pueda adivinar la verdadera cara que ocultamos.´
Publicado en El Periódico de Aragón
1 comentario
primo -
Un abrazo.