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OPOSITANDO AL INFIERNO

OPOSITANDO AL INFIERNO

A menudo, los que censuramos la injerencia de la Iglesia Católica en la vida política de nuestro país, somos tachados de progres trasnochados, de herederos de los quema-conventos de la guerra civil imbuidos de un odio irracional contra la religión y quienes la representan. Esto, sencillamente no es verdad. Yo misma fuí educada  en un colegio de monjas y se me inculcó el nacionalcatolicismo imperante en esta época. Que mi deriva espiritual y personal acabara desarrollándose fuera de su seno no implica que repudie todo cuanto aprendí en aquellos años. La filosofía cristiana, desnuda de la prepotencia y el boato de Ratzinguer y la Conferencia Episcopal, no difiere sustancialmente de la ideología libertaria que abracé posteriormente. Ejemplos hay, como el de Vicente Ferrer, los defensores de la teología de la revolución o el de la parroquia de San Carlos Borromeo, que antepusieron la acción social y el amor a sus semejantes al inhumano catolicismo de los dirigentes de la Iglesia. Por ello tuvieron que pagar un alto precio e incluso abandonar la institución que entró en abierto cisma con sus actividades y predicamentos. Hoy, personajes tan faltos de humildad como Rouco Varela, blanden la amenaza excomulgatoria contra quien practique o colabore con la ley del aborto. Como un día hicieron con los padres de la niña nicaragüense de nueve años que fué violada, quedó embarazada y fué sometida a un aborto, nos amenazan con arrojarnos a las fauces del averno separándonos de la Santa Madre Iglesia que gobiernan con temple inquisicional. Pues que así sea. Pero que no duden de que, de existir ese infierno, allí nos encontraremos. En el mismo sitio donde los habrá conducido su soberbia y su falta de caridad.

Publicada en Público el 23 de junio del 2009

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