LA TRAGEDIA DE UN HÉROE
El hecho de que una persona ponga en grave riesgo su vida para socorrer a otra, corresponde a un comportamiento heroico y ejemplar para una sociedad entregada a la filosofía de mirar para otro lado. Vicente Pascual es un ejemplo. En el 2006, su intervención impidió que un hombre acabara con la vida de su ex pareja. Como resultado, fué herido gravemente en la cara y quedó posteriormente cojo a raíz de una desafortunada intervención para hacerle un transplante de la tibia a la mandíbula, Vicente no puede trabajar y, debido a los vericuetos de la burocracia administrativa, malvive con una pensión irrisoria que le impide cumplir con sus pagos y sus deberes como padre. No se entendería que, por ejemplo un policía, tras un acto heroico de este calibre quedara desamparado a su suerte. Resulta indigno que, quién actuó un grado más allá de la conciencia de la mayoría de nosotros, no reciba la recompensa y el agradecimiento público que merece. Conceder reconocimiento a los que demuestran agallas para enfrentarse a una de las mayores lacras del momento debe ser un comportamiento lógicamente asumido por el Estado. Porque sino, resultará que no estaremos a la altura del valor y la humanidad que demuestran estos héroes.
Publicado en diario Público y en el Periódico de Aragón el 18 y 19 de mayo
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