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LA MUERTE TENÍA UN PRECIO

LA MUERTE TENÍA UN PRECIO

Quien contamina, paga. Esta es la respuesta del gobierno ecuatoriano a los 14.000 barriles de crudo vertidos por  OCP(con una participación del 30% de YPF Repsol) en esta región de la Amazonia. Las extracciones petroleras de esta compañía han supuesto la sistemática desforestación de uno de los territorios más vírgenes del Planeta. Las reservas de agua dulce, de las que se suministra el pueblo indígena, están envenenadas. El gas que viene asociado con el crudo se quema transformando la selva en un incendio intermitente,  que arde noche y día, y que deja un reguero de sustancias cancerígenas que afectan a sus pobladores. Los guerreros huaoranís, herederos legítimos, y hoy relegados a un protectorado en favor del oro negro, aceptaron un acuerdo de amistad por 20 años con la empresa. Un representante del gobierno de EEUU intercambió unos aretes de oro por una corona huoraní jactándose de que así conquistaron Manhattan: "con bambalinas y espejos"  Y ahora que los peores presagios se confirman extendiendo la muerte por la selva amazónica, ¿quién va a pagar el entierro? ¿Cómo se puede cuantificar el daño si lo dañado es ya irrecuperable? Yo no considero que se pueda subsanar el mal solo con dinero. De hecho es irreparable. Pero la magnitud del crímen medioambiental, crímen contra la humanidad a mi entender, requiere un juicio penal a los directivos de estas empresas. Y lógicamente la expulsión de Repsol YPF del país. Para que sirva de castigo ejemplarizante a todas las compañías carroñeras del mundo. No podemos seguir permitiendo que envenenen impunemente nuestra casa y que luego nos paguen con cuentas de colores. No debemos ponerle precio al Planeta que vamos a dejar a nuestros hijos.

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